MARTIN FIERRO
De “Las Trompas de Falopio’
EL TELEGRAMA
La Polaca, esta tarde,
recibió un telegrama:
“Muertas madre y hermana”.
La guerra entró en su casa
calofriante
de bayonetas y de espadas.
Y comenzó el saqueo y la matanza.
Hace diez años que no las veía
porque se fue de casa embarazada.
Y ella sigue el “trabajo” en el prostíbulo
como si no la sucediese nada.
EL CURA MATA AL HOMBRE
Ese curita es hombre a la mañana.
Después... es cura. Al. hombre lo mata la sotana.
Así, pues, diariamente se muere y resucita.
¡ Rezad un padrenuestro por el pobre curita !
LAS PERFECTAS INUTILES
(Hablan ellas)
Somos aristocráticas y exquisitas y finas.
Maestras refinadas dentro del “boudoir”.
¿Amar? Amar, es claro, nos deleita el amar,
peio a un amor que venga con libras esterlinas.
Como el trabajo es cosa de la sangre plebeya,
nosotras exprimimos la breva del placer.
Y así, nuestro quehacer es mantener
encendido el sagrado fuego de Cite rea.
Y si por tentación de los infiernos,
cae alguno en el lazo de nuestras seducciones,
y no nos sacia lujos y corrupciones...
¡entonces lo ilustramos con la Cruz de los Cuernos!
EL AMOR? Y LA MUERTE
Aquella prostituta de orejas trasparentes
ya sólo fornicaba con los adolescentes.
En la noche del bar, con su boca bermeja,
besaba a los grumetes, les hablaba a la oreja,
y tan felinamente la tísica se daba,
que, al fin, se los llevaba.
Y una noche, la última — era ya puro hueso—
el Amor y la Muerte se dieron un gran beso.
Pecho HERBjEROS.
■ ♦
Un festival en honor de Frank Brown
El famoso payaso inglés Frank Brown cumple este
mes los cuarenta años de vida artística en Buenos
Aires. El artista que fue amigo de ios intelectuales
argentinos, desde aquellos días memorables en que los
mejores de entonces rodeaban a Rubén Darío que por
la época revolucionaba la literatura de habla españo
la desde aquí ; el íntimo amigo de Rubén Darío, que no
perdió ocasión de citarlo en sus versos y prosas y de
cantarlo también, porque lo admiraba con razón, co
mo a un magnífico funámbulo que era, como a un
conocedor de Shakespeare, como a un perfecto caba
llero: Frank Brown, es nuestro amigo, y, en esta
oportunidad, merece que se lo demostremos.
Por eso los asociados de “Martin Fierro” y sus sim
patizantes han resuelto organizar un espectáculo en
honor de Frank Brown, que ha de realizarse en breve.
El programa será desarrollado por destacados artistas
de nuestros teatros y habrá un acto especial a cargo
de la juventud intelectual que admira en lo que fue
y es al viejo payaso que ha hecho la delicia de gene
raciones argentinas; y allí se hará su elogio en una
conferencia a cargo de un conocido escritor y se lee
rán versos de los poetas amigos. Será este, sin duda,
un festival novedoso, y, por ello, por su propio inte
rés de espectáculo, como por la simpatía que inspira
Frank Brown a todo el mundo, el público ha de adhe
rirse, y advertírnosle, desde ya, que tras de este ho
menaje no hay negocio de ninguna clase.
De esta iniciativa nuestra se ocupó ya “La Razón”
del 12 de febrero último, auspiciándola, cosa que agra
decemos debidamente, lo mismo que haremos con cuan
tas publicaciones quieran ocuparse de ello en adelan
te, bien ajeno nuestro interés personal y sólo por el
del ilustre artista. ¿No acaba el gobierno francés de
condecorar a tres notables payasos del “Circo Medra-
no”, de París, amigos de los escritores, por ellos
admirados, Los Fratellini? Y conste que nuestra ini
ciativa es muy anterior a esto, y cuando ignorábamos
semejante hecho, único en los anales modernos de la
kidii del circo. •
AL PUBLICO
\ Nuestro primer número (tiraje de 15.000—quince
mil—ejemplares) está agotado puede decirse: sólo
quedan contados ejemplares, para coleccionistas, a pre
cio doble. Aceptamos subscripciones,—pago adelanta
do, por año solamente,—desde el primer número.
Subscripción anual adelantada: $ 2.50 compren
dido el franqueo. Página de avisos: 200 pesos por
número. Fragmentos: proporcional mente. Dirección y
Administración, Bustamante 27.
Oliverio
Busto de Oliverio (lirondo, por Mateo Hernández
El cretinismo de las revistas anquilosadas y los ma
gazines cursis, la estupidez de los grandes rotativos
y su hipocresía,—con un antifaz en el trasero, como
en la estampa de Felicien Rops,—- no ha querido hasta
hoy comentar ni emitir un juicio sobre los “Veinte
poemas para ser leídos en el tranvía”, de Oliverio Gi-
rondo. Individuos de letras de otros países, ajenos a
nuestro espíritu y nuestra sensibilidad, son los únicos
que nos han dado su impresión sobre esta obra ori-
ginalísima y vigorosa, que entra por la puerta más
ancha en la literatura argentina. Los de casa, ex
cepto Vicente Martínez Cuitiño, con su ensayo brillan
te, mantienen inédita y misteriosa la expresión de «u
significado.
La actual juventud no obstante, hace justicia al
nuevo escritor que suscita en ella un eco profunda
mente simpático, al nuevo escritor que la interpreta,
y da forma a los movimientos de su presente inquie
tud.
Es que hay en la obra de Oliverio Girondo,—arro
jada desdeñosamente, y su título irónico lo indica, no
para ser leída en los gabinetes, sino en los plebeyos
tranvías,—un recio y renovador soplo de modernidad.
Y para mejor, para satisfacción del gusto por el arte,
su obra no es un ensayo ni un tanteo; son ya subs
tanciosas realizaciones, piezas definitivas, casi todos
sus “Veinte Poemas”, en el menos significativo de los
cuales descúbrese una nota de originalidad sorpren
dente, la belleza de un detalle, un hallazgo que ca
lifican honrosamente al autor.
Color, color, color, firme, nítido;—alto-relieve en la
prosa. Grafieismo, plasticidad, revelan a Girondo emi
nentemente pictórico; casi siempre objetivo, pero ¡con
cuánta hondura y penetración en sus observaciones!,
y, cuando subjetivo, lleno de íntima sugestión. Y ello
está denunciando un vehemente instinto y un ardoroso
anhelo de verdad pura, el ahinco incesante por rendir
la sensación de mayor realidad en la naturaleza que
refleja y crea de nuevo en su obra al punto de emo
cionar en el mismo grado y sentido que la propia
realidad, lo cual afirma, al par, de manera constante,
una extraordinaria sinceridad, la que le es caracterís
tica, también, personalmente, en la vida.
Se percibe además en la obra una sonoridad, un tim
bre de cosa netamente argentina, que hasta hoy no
reflejó la literatura nacional: algo de franqueza gau
cha mezclada con rudeza y desplante indígena, en el
estrépito de algunos, pasajes, al arrojar palabras como
boleadoras, al pintar, con una guapeza toda argentina,
nativa, ancestral,—-y que nada tiene que ver con lo
hecho hasta el día,—sus paisajes, sus cuadros y sus
gentes de todo el mundo. Audacia que se funde con
su aristocracia originaria, para convertirse en elegan
cia y en belleza de ley, regida por su irónico excep-
ticismo. Y, por fin, una gallarda insolencia, exclusiva
Girondo
de quien se sabe con sólidos compañones que animan
a decirlo todo. Y este poeta y pintor se desdoblan
en el humorista, alegre rabelaisiano, Rostchild de la
metáfora, que enriquece la literatura de habla españo
la con multitud de figuras inéditas, a estos años, en
virtud de dos pupilas Roentgen y una sensibilidad
“hors concours”, y, al cual, el escritor Ramón Gómez
de la Serna, en quien los críticos peninsulares ven el
único término de comparación de Girondo, reconoce,
sorprendido, no un discípulo, sino un maestro.
Por tales méritos inauguramos con algunos de sus
“Veinte poemas” nuestra “Selección de lecturas”,
aquilatadas con la siguiente carta a “La Púa”, socie
dad sin normas de expansión fraternal, donde Gi
rondo expone sus razones para consagrarse a las le
tras. Esta carta debió aparecer el año anterior como
aviso en un diario y no lo fue por equivocada in
terpretación de su designio. Es una nota interesan
tísima y una primicia de valor que nos honra ofrecer
a nuestros lectores:
Carta abierta, a “La Púa"
Qué quieren Vds.... A veces los nervios se destem
plan... Se pierde el coraje de continuar sin hacer
nada... ¡Cansancio de nunca estar cansado! Y se en
cuentran ritmos al bajar la escalera, poemas tirados
en medio de la calle, poemas clue uno recoge como
quien junta puchos en la vereda.
Lo que sucede entonces es siniestro. El pasatiem
po se transforma en oficio. Sentimos pudoreé de pre
ñez. Nos ruborizamos si alguien nos mira la cabeza.
Y lo que es más terrible aún, sin que nos demos cuen
ta, el oficio termina por interesarnos y es inútil que
nos digamos: “¡No! Yo no renunciaré a nada. Yo
no quiero tener una actitud, porque todas las actitu
des son estúpidas, hasta aquella de no tener ninguna”.
Irremediablemente terminamos por escribir: “VEIN
TE POEMAS PARA SER LEIDOS EN EL TRAN
VIA
¿ Voluptuosidad de humillarnos ante nuestros pro
pios ojos? ¿Encariñamiento por lo que desprecia
mos? No lo sé.
El hecho es que en lugar de decidir su cremación,
condescendemos en enterrar el manuscrito en uno de
los cajones de nuestro escritorio, y un buen día, cuan
do menos podíamos proveerlo, comienzan a salir las
interrogantes por el ojo de la cerradura.
i Un éxito eventual sería capaz de convencernos de
nuestra mediocridad! ¿Todos no tenemos una dosis
suficiente de estupidez como para ser admirados?
Hasta que uno responde a la insinuación de algún
amigo :
¿Para qué publicar ? Vds. no lo necesitan para es
timarme y los demás... Pero ese amigo resulta ser
un amigo apocalíptico e inexorable que nos replica:
“Porque es necesario declararle, como tú lo has decla
rado, la guerra a la. levita, que nuestro país lleva a
todas partes; a la levita con que se escribe en Es
paña, cuando no se escribe de golilla, de sotana o en
mangas de camisa. Porque es imprescindible tener
fe como tú tienes fe, en nuestra fonética, desde que
hemos sido nosotros, los americanos, los que hemos
oxigenado el castellano, haciéndolo un idioma respira-
ble, un idioma que puede usarse cotidianamente y es
cribirse de “americana”, con la “americana” nuestra
de todos los días.” F yo me ruborizó un poco al pen
sar que acaso tenga fe en nuestra fonética y que
nuestra fonética, acaso sea tan mal educada como
para desear tener siempre razón. Y me quedo pensan
do en nuestra patria, que tiene la imparcialidad de
un cuarto de hotel y me ruborizo un poco al cons
tatar mi incapacidad de apegarme a un cuarto de
hotel.
¿Publicar?... ¿Publicar cuando hasta los mejores,
publican ciento siete por ciento veces más de lo que^
debieran publicar?
“¡No! Yo no tengo, ni deseo, tener sangre de es
tatua. Yo no pretendo sufrir la humillación de los
gorriones. Yo no aspiro a. que me babeen la tumba
de lugares comunes.
Lo cotidiano es una manifestación admirable y mo
desta de lo absurdo. ¡Unica posibilidad de aventura! .
Y lo realmente interesante es el mecanismo de sentir
y de pensar. ¡Prueba de existencia!