Jaime Torres B o d e t
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timiento de un estilo insinuante, limpio, borrado a
veces por la niebla de una ligera oscuridad interior.
El examen de estas nuevas caballerías—tan
abundantes en doncellas y endriagos como las otras
—había de aparecer años más tarde, compuesto por
uno de los autores que las habían enriquecido más
en un principio. Pero Galín es, en efecto, la
historia de un bachiller moderno, a quien la manía
de las antigüedades hubiera acabado por enloquecer,
de no venir a sacudirlo de la torpeza en que langui
decía el amor de una mujer joven, educada en Los
Angeles y experta, naturalmente, en achaques de
amor y de cinematógrafo. Lo menos importante, sin
embargo, dentro de esta novela, es la novela misma
y los capítulos que se leen con mayor interés los
que el autor dedica, al principio del libro, con deli
ciosa inteligencia, a parodiar a los escritores que, de
formando su estilo natural, se fabrican una fabla
monótona y redundante por un sencillo sistema de
arcaísmos y de combinaciones gramaticales desusa
das. Sin querer presentarse como un modelo de au
dacia, la prosa de este relato es, por la agilidad y la
frescura de su concepción, de un sabor muy moder
no y simple.
Para completar el cuadro de la acción ejercida
por el Ateneo de México, sería menester estudiar,
aquí, a los escritores y ensayistas que, sin haber
pertenecido a él, han ido apareciendo en épocas pos
teriores a la de su homogénea actividad, pero con ho-