LOS DOS HERMANO? .
A,
Un centenar de desiguales y en su casi totalidad
humildes casas techadas de bálago ó de rotas y
ennegrecidas tejas, con sendos jardinillos rodea-
dos de empalizadas. ó de setos vivos; algunos mi-
serables puentecitos echados sobre el río para fa-
cilitar el paso de una á otra orilla; á la izquierda
una colina cubierta de sembrados de cebada,
avena, centeno y patatas y de seculares y nudo-
e
sos manzanos hendidos y encoryados por los vien:
tos, y de seguida frondoso bosque que por la tarde
asombra campos, huertas, casas y río, dejando
sólo paso á una faja luminosa que se exliende por
los prados, y que gradualmente disminuye y acaba
por desaparecer con el sol; dos ó tres cientos pa:
sos más allá, á la derecha mano, las aceñas de
Lázaro, de cuyás musgosas ruedas se precipita el
agua en sábanas de cristál, y al fondo, en el co=-
razón del bosque, en lo. más angosto del desfila=
dero, los aserraderos de Frentselle y del. Abeto
ud
e
Durante el día se ven aleunos muchachos andrajosos.
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Grande: tales el conjunto que ofrece la escena
donde tienen origen y se desenvuelven los episo-
dios más culminantes de esta verídica historia,
tal el lugar de Chaumes, situado en apacible gar-
ganta de los Vosgos, á pocas leguas de Maladria,
Sarre arriba.
Durante el día, vense en el indicado lugar al=
gunos muchachos andrajosos y desgreñados, con
la carterá suspendida de un hilo á la espalda,
abalanzados sobre los rústicos pretiles de los
puentecitos, donde olvidando aula y maestro, pa-
san horas enteras contemplando, ora las brillan=
tes brecas precipitarse en tropel, fuera del agua,
en persecución de un gusanillo, ora el vaivén de
la yerba gatera mecida por el viento, ora los pa-
tos que suben la corriente al impulso de sus an-
chos y amarillentos piés; una mujer con sayas y
descalza que con una cesta de abeto llena de ropa
sobre la cabeza, vaá lavar; al anciano Minguillo,
que encorvado y azadón al hombro, se dirige á
desviar el agua de sus prados; al señor Cura, con
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