Full text: Tomo 1 (001)

  
  
DL LA CIEGA DEL MANZANARES. 
la silla de posta, Zamarra lanzó un silbido y se 
echó al camino, seguido de los ocho amigos. 
—¡Alto!—gritó, una vez que estuvo en la carre- 
tera. 
Aquel grito fué contestado con una descarga 
que hicieron los dos escopeteros que seguían al ca- 
rruaje. 
—;¡Fuego á ellos! —volvió á gritar Zamarra con 
energía. 
Los bandidos hicieron fuego sobre los escopete- 
ros; pero no dieron en el blanco. 
—¡A ver, al coche! ¡Ahí están los talegos! Co- 
gedlos, y escapad. Lorenzo y yo 0s guardaremos 
las espaldas. : 
En este instante sintióse el ruido y campanillas 
de una diligencia. 
Todas las miradas buscaron en el fondo de la 
carretera, y descubrieron dos luces. 
-—¡Dáos prisa! ¡Ira de Dios! ¡Estamos perdidos! 
La diligencia avanzaba. 
Los escopeteros que custodiaban la silla de pos- 
ta, al ver que les llegaba un inesperado auxilio, 
se dieron prisa á cargar sus armas, é hicieron dos 
nuevos disparos. 
Al oir estas detonaciones cuatro soldados de ca- 
ballería que escoltaban la diligencia, avanzaron 
á galope hacia el sitio donde estaban Zamarra y 
los suyos. 
—¡Defendéos, muchachos! —gritó el asesino del 
Manchego.-—Yo me encargo del dinero. 
  
  
 
	        
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