LA CIEGA DEL MANZANARES. 569
—Desde luego, Amalia, te concedo amplia li-
bertad.
—¿Aunque tenga que mortificar algo los senti-
mientos de Carolina?
—Aunque tuvieses que castigarla: se trata de su
felicidad y de su porvenir.
—Pues entonces, Pedro, confía en que antes de
un año Carolina será la condesa de Magaz.
Amalia había obtenido una victoria completa; y
su satisfacción era grandísima.
¿Por qué? Para explicarlo había necesidad de
entrar en ciertos pormenores acerca de la familia
de la mujer de don Pedro, pormenores de que se
hace gracia á los lectores.
Basta decir que el padre de Amalia vivía á ex-
pensas del conde de Magaz, á quien debía una su-
ma tan respetable que no tenía medio alguno de sa-.
tisfacer, y que, esto no obstante, el conde no retira-
ba su protección á aquella familia.
Además, adelantó una suma para los gastos que
originó su casamiento, y que después indicó la con-
siderasen como regalo de boda.
Amalia había visto el cielo abierto al pr a
sele una ocasión de prestar un servicio á su primo.
Aquella misma noche don Pedro llamó á su hija
por consejo de Amalia, y cuando Car olina y su pa dd
dre estuvieron solos, éste la dijo: >
—Hija mía, te he llamado para que hablemos : se-
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