Full text: Tomo 1 (001)

  
  
  
  
LA CIEGA DEL MANZANARES, 819 
—Señora—repuso éste,—lo que tenía que hacer 
en la calle era cuestión de un instante; y una vez 
hecho conforme á mis deseos, me he apresurado á. 
volver al hotel para no privarme de la honra de 
comer en compañía de ustedes. 
La princesa comprendió por aquellas palabras 
que su encargo había sido cumplido. 
Después hablaron de París y del efecto que les 
había causado el paseo del Bosque, mostrándose el 
Chileno muy satisfecho de la admiración que había 
causado Adriana; pero añadiendo con cierta ironía: 
—Hay aquí mucho tonto que ambiciona el fruto 
prohibido. 
Adriana y David se sonrieron y cruzaron una 
mirada, que quería decir seguramente: 
«Lo ha advertido.» did 
La princesa, mirando al Chileno de muy expre- 
siva manera, contestó: : | 
—Esa raza abunda, amigo mío, en todas partes; 
¿pero quién hace caso de ellos? 
—Querréis saber, naturalmente, quién es el joven 
á quien llamaba Adriana David, y al cual, segura- 
mente, más de una vez habréis visto; ¿no es eso? 
Pues bien, David era, mejor dicho, es el hombre 
de confianza de la princesa. No ha faltado quienes 
Pensasen que es algo más; pero no quiero juzgar 
por impresiones, y de aquí que no me atreva á 
aseguraros que David es el verdadero $ íntimo 
amante de Adriana. : 
 
	        
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