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29.
guitarra, entonaba uno de sus más tristes can-
LA CIEGA DEL MANZANARES.
-tares.
Aquella copla estaba impregnada de melancolía,
- y el semblante de la joven expresaba el dolor más
profundo.
Se acordaba de las palabras de la vieja respecto
de su ceguera; palabras que la habían condenado
á tiniebla perpetua.
Aquellos ojos sin luz la daban una expresión
tristísima, que hacía más interesante la copla que
. entonaba.
La condesa se detuvo en uno de los escalones,
empleando algunos segundos en contemplarla.
Después exclamó: !
—¡Es singular el efecto que me causa esa voz!..
me ha conmovido profundamente. ¡Pobre joven!
—Es sobrina de esa vieja que hay á su lado.
—¡Parece mentira! ¡Resulta un contraste entre
ds dos!.. |
—En aleslo.
—La ciega, en medio de sus deidad: parece una
- Señorita, mientras que esa vieja...
—Ya he hablado antes con ella; me propongo
. devolverla la vista.
—¿De veras, doctor?.
—¡Mucho me engañaría si no lo logr ase! ]
—Sin saber por qué, tendría una satisfacción en
el buen resultado. Esa muchacha me interesa.
—¡Una limosnita por el amor de Dios!-—salmo- e
dió la Tuerta con ademán he oda ¡ ó