Full text: Cuaderno segundo (002)

DE NEW-YORK Á BREST EN SIETE HORAS 65 
za. Sólo vuestros millones es lo que no 
amaba en vos. Y tenía razón, porque aho- 
ra que no los tenéis sois perfecta á mis 
ojos. Y 
—¿Entonces?... 
—Entonces, si no es mucha audacia 
aspirar á vuestra mano, y si os basta el 
nombre de un hombre honrado... 
—Yo lo llevaría con mucho orgullo si 
mi padre y mi madre quisieran autorizar- 
me para ello, dijo Magde, mirándolos al. 
uno después del otro. 
—He aquí la primera vez que me pide 
permiso; ¡ésta debe ser la. buena!... excla- 
mó Ebenezer riendo el primero su epi- 
grama. 
Dos meses más. tarde celebrábase con la 
mayor sencillez del mundo el matrimonio 
de Raymond y de Magde; y al volver de 
la ceremonia nupcial, el nuevo marido 
anunciaba ásu mujer lo que todavía no 
había juzgado á propósito decirle: la his- 
toria de los dos ó tres millones vueltos á 
encontrar. 
—¡Qué importa la fortuna cuando se 
tiene un marido como el mío! exclamó 
Magde. da | 
- —Querida mía, tú exageras un poco la 
conversión, le replicó EBenezer. Dos ó tres 
  
millones no vendrán mal á nadie aquí, 
aunque no fuera más que para intentar 
levantar y reparar ese desgraciado tubo... 
—¡Bah! dijo Raymond; ¡ya encontrare- 
mos Otra cosal A menos que no tengáis 
mucho empeño en ello, querido: suegro. 
¿Sabéis que se acaba de encontrar el me- 
dio de solidificar el petróleo y ponerlo en 
pasta?... Si la cosa es industrialmente 
práctica, he aquí nuestro tubo hecho su- 
perfluo, porque el petróleo se transportará 
tan fácilmente como la hullA... Y además, 
Timothy Campbell nos ha mostrado muy 
bien el punto débil de nuestra invención . 
- —¡Ah, el malvado! dijo Ebenezer reto- 
ñándole la cólera. No ha robado los veinte 
años de reclusión que no ha hecho más 
que comenzar á cumplir en la prisión de 
Tombes, en Nueva York. 
—Es verdad; pero convenid en que, por 
nuestra parte, debimos tener más cuidado 
de su vida y del odio que os profesaba... 
Un factor olvidado, es cosa que se paga 
siempre en los problemas industriales co- 
mo en la guerra. 
—Y hasta se paga caro ¡oh! murmuró | 
el ex rey del petróleo, sonriendo tristemen- 
te al recordar sus millones anegados en el 
Atlántico. 
FIN DEL SEGUNDO Y ÚLTIMO CUADERNO 
CUADERNO SEGUNDO 
 
	        
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