Full text: [Tomo 2] (2)

DE LA SANGRE, 495 
—Esperaremos aquí. 
Jorge hizo aleunas observaciones más á sus 
amigos, y sin pensar que cometia una impruden- 
cia, se encaminó á la morada del hidaleo Danson. 
¿Quién hubiera podido asegurar que la casa de 
éste no estaba vigilada otra vez? 
Verdad es que Jorge no podia hacer otra cosa, 
puesto que sin arrostrar toda clase de peligros era 
imposible salir de aquella situacion. 
Cuando llegó tuvo la buena idea de ver sial- 
guien espiaba, y para esto recorrió toda la calle exa- 
minando uno por uno los huecos de las puertas. 
A nadie encontró, y más tranquilo llamó á la 
casa del hidalgo, entrando á los pocos momentos. 
La señora Brigida y Maria escucharon á Jorge 
con la atencion que era consiguiente, y el plan era 
inmejorable. 
—Antes del amanecer, si,—dijo la anciana, in- 
corporándose en el lecho,—antes del amanecer 
Saldremos de aqui, y aun ahora mismo, porque he 
tecobrado las fuerzas. 
—Cuanto más pronto, mejor. 
—Pues disponed lo necesario, y si no hay medio 
de tener una silla, ó el tenerla puede comprome-- 
ternos, iré 4 pié. 
—Eso sería una imprudencia, mi querida tia. 
—Bien abrigada y con vuestra ayuda... 
—No,
	        
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