Full text: Tomo IV. (4)

: DE LA SANGRE. 629 
hicieron temblar á Europa, ó pronunció palabras 
que costaron torrentes de sangre y tesoros. 
Cuando se penetra alli, es cuando se comprende 
todo el orgullo de Felipe II. 
Aquella sencillez, aquella pobreza, no es efecto 
de humildad, ni siquiera de modestia, sino hija del 
convencimiento profundo que abrigaba aquel hom- 
bre extraordinario, de que para grandeza sin igual 
bastaba y áun sobraba su persona. ' 
No se equivocaba: un diamante, para valer mu- 
cho, no necesita que sele engarce en oro; le bastan 
sus raras cualidades y su brillo; ante el cual no 
hay brillo posible. 
¿Para qué queria Felipe Il FOnSArS de a as? 
Le bastaba su inmenso poder para hacerse re 
petar, y con su inteligencia privilegiada habia más 
que suficiente para que se le admirase. 
Para conocer á Felipe II es preciso estudiarlo 
en el monasterio del Escorial. Alli, permitasenos 
la frase, hablan las piedras; allí es donde puede 
Verse el alma de aquel gran hombre, cuyo nombre 
está y estará sobre los nombres de los que son ad- 
Mirados como génios en la política. : 
Perdona, lector, que ya volvemos al asunto de 
que nos separamos forzosamente. 
El dormitorio del monarca estaba débilmente 
luminado por la rojiza luz de una lamparilla. 
Una vez combinado su plan y convencido de
	        
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