EL TRIBUNAL
650
—Me alegro.
—Y ese Jorge, ese traidor á quien inútilmente
se ha buscado para hacerlepagar sus crimenes, ese
hombre, cuya audacia no tiene igual...
—Soy yo,—dijo tranquilamente el flamenco.
—¡Oh!...
—Y ese Jorge es tambien el fraile misterioso
que dos veces salvó á vuestro hijo Martin...
—¿Qué estais diciendo?
—Refiero sucesos y nada más.
—¡¿ Y os otreveis á venir á este sitio?...
—Ya ha dicho vuestra majestad que mi audacia
no tiene ejemplo.
Felipe II perdió la calma y fijó en el fraile una
mirada terrible, mientras decia:
—Ya. sé que teneis mucho entendimiento; pero
no ha sido bastante pata conocerme.
—Voy á probar lo contrario á vuestra ma) estad.
—Silencio, —replicó el monarca mientras exten-
dia un brazo para coger la campanilla y llamar-
Pero el flamenco, como si quisiera dar aún otra
prueba de su audacia, alargó tambien una mano,
separó la campanilla y dijo:
-—Todavia no sabe vuestra majestad para qué
he venido, y es extraño que no se le alcance que
no habia de tomarme este trabajo con el solo fN
de darme á conocer para que me ahorcaran.
Felipe II comprendió que habia cometido una