da LA BANDERA ROJA
día el vigía de la nave anunció best á estribor y nada
menos que un navío de guerra.
Al verle Bernardo, no pudo menos de decir:
—¡Hermoso barco! Y que marcha bien por cierto.
- ——Lo que parece es de más porte que el nuestro, —dijo
el Malagueño.
-—No literatos bledo con indiferencia.—
Ya que se presenta la ocasión, aprovechémosla. ' |
—¡Cómo! —dijo el Malagueño. —¿Intentáis atacarle?
—¿Por qué no? Necio fuera pretender dejarle el paso
franco, —prosiguió mirándole con el anteojo. —Prescin-
diendo de que él See isios nos dejará Eric sin que le sa-
_ludemos,
Y así diciendo, se volvió á la gente que, como él, tam-
del én estaba mirando aquel barco, y dijo: se
- —Un cuarto á babor. A las gavias los gavieros: Arti- ,
“Heros á las: piezas. Zifarrancho de combate. :
- Ev aquel momento, y mientras la tripulación se pre-
paraba en la forma que acababa de ordenar el capitán,
sonó un disparo y una bala fué á hundirse en el mar á
poca distancia de la fragata. |
2 ¡Todo el trapo! —gritó. = ¡Recto á ostribor! ¡Proveni-
y dos los artilleros!
ro fragata, al hincharse las velas, hizo un rápido mo-
vimiento de avance.
—i¡Fuego á babor!—dijo Bernardo al mismo tiompo
que arbolaba el pabellón pirata.
- La andanada alcanzó en parte al navío español, ad-
- virtiéndose por el movimiento que se observó: en el puen-
: he que había causado algún daño. :
-——— Mandaba aquel navío uno de los marinos más expertos
y más valientes con que contaba España.
Era uno de los que iban destinados al Callao para con»
_voyar á los galeones que debían i irse reuniendo allí. rd
la conducción de dinero. |
- Iba acompañado de su hija y de su esposa, porque pre-
_cisamente debía quedar de estación en el Callao, durante
una temporada.
- Al ver el modo que el pirata había tenido de contes:
'orrió á ocupar su puesto de combate, dando las órde-
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