E LA BANDERA ROJA
todas las embarcaciones pequeñas, á fin de hacer el reco-
rrido necesario para reparar todas las averías.
Así se hizo; los trabajos se emprendieron con gran
actividad, y cinco días después La Trinidad se encontraba
ya en disposición de volver á la mar. a !
—«¿Conocéis, capitán Arregui, —preguntó Cesar á su
compañero,—una bahía que está á no muy larga distancia
del río Trinidad? , |
—Sí señor. | |
—Pues á ella vamos á hacer el rumbo.
—Pero ¿si esa bahía es completamente desierta?
—Por esa razón vamos á ella. 4 |
Abandonó la goleta el ancón, siguió navegando toda
la mañana y á la tarde el vigía anunció barco á barlo-
vento. : : | '
: —¿A que vamos á tener un encuentro desagradable?
—dijo Rojas mirando con el anteojo el barco señalado por
el vigía. E OS ASA , SÓN
-——¿Qué bandera trae? —preguntó Cesar. ud
- —Vedlo,—dijo Rojas. —Me parece que es española.
Cesar estuvo mirando un buen rato, y después dijo: '
a —Es un bergantín de más porte que nuestra goleta,
-. pero no importa. Como que tendrá curiosidad en conocer
- quién somos, antes de que nos lo pregunte se lo diremos
nosotros. y
- —— —En cuanto estemos á tiro, arbola el pabellón inglés
- con un cañonazo. Todos preparados, porque no hay más
- remedio que, Ó morir, ó matar. Ese barco no debe llegar
á Panamá, porque daría aviso de nuestra presencia, lo
cual no nos conviene. a :
Bernardo dió las disposiciones necesarias, y La Trine-
- dad se dirigió al encuentro del bergantín español..
- Cesar siguió mirando con el anteojo. |
-—Ya nos han visto, dijo. —¡Fuego!
Un cañonazo de La Trinidad y el pabellón inglés en el
_mastelero, hicieron comprender al bergatín español la
ma clase de enemigo con quien tenía que habérselas. ho!
- Si dispuestos estaban los piratas, con más ánimos
todavía estaban los españoles.
Y volviéndose á Bernardo, que estaba al lado, lo
Y