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pre á la mujer y no se entregan al robo, al pillaje, á la
violencia en las poblaciones donde entran por la fuerza
- de las armas. Este es el mal que tienen los piratas de
Montbars. Gentes de todos los países, lo peor tal vez de
cada uno de ellos, el juego, las mujeres y el vino les domi-
na, y tras do la orgía de la sangre en el combate, se en-
tregan á la orgía del vicio, en la ciudad vencida, y de ahí
los horrores de que temerían ser víctimas todas esas in-
fortunadas señoras.
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NOTICIAS INESPERADAS
Cesar, acompañado de Gurrea y de Carlos, pues Luis
prefirió los momentos que había de pasar en tierra consa-
-—— grárselos á Cristina y a su familia, se embarcaron para
- pasar á bordo del San Felipe á saludar á las infelices fugi-
tivas de Cartagena de Indias. ] | | !
—Pero ¿cómo diablos.—decía Gurrea, —han hecho este
viaje tan largo estas bueñas señoras? Si estaban más cerca
de cualquier puerto de las Antillas. e IO
- —¡Quién sabe si temerían encontrarse con algún bareo
de TUE DIFALASI-—FERUEO DERE
a de tienes razón, —añadió Carlos. —Ya sabéis que nos.
dijo Martín que ellos tenían la costumbre cuando iban á
atacar un poblado ó una ciudad, tener siempre en el mar
dos ó tres de sus barcos para evitar que llegasen algunos
- navíos de guerra que les cogieran desprevenidos. Tarsbién
-á mí me había llamado la atención lo mismo que á
Gurrea.
—Además, aquí también había otra razón. ;
Ne da te qa Js el padre de Dolores. E
- —La de ese piloto que por lo visto manda hoy uno de
sus barcos, y qe6 recordó la distinta disciplina que yo
_ tengo establecida aquí y juzgó que esas señoras estarían
: as dotando a AR A A LA OO
-— —Y por cierto, —dijo Carlos,
) r cier ,,—que ese Florencio Gon:
zález era un joven muy agradable y de muy buen talento,
-—— —Yase conocía que había nacido en otra esfera dis-
- tinta de la en que se encontraba. eee