- hisabe que Vargas tuviese una hija.
Ú LOS TITANES DEL MAR AS
temían algo regresando á Lima, y de aquí que fuesen co-.
rriendo de ese modo. A E (
—Puede que. el verdadero temor de Vargas, que tan
contrario se nos. ha mostrado siempre, hayamos sido nos-
otros. (Quizás, puesto de acúerdo con el virrey, quiera tener
alejadas de aquí á su hija y á nuestras amadas hasta ver
si consigue darnos muerte para entonces hacer que vuel-
VaB A AO os ES E
_—Ya podría ser eso también. El caso es que ya sabe-
mos que han marchado á Panamá, y que nosotros, subsis-
tiendo nuestro acuerdo con Montbars, dentro de poco
ORREIOR emprender nuestro viaje para aquella importante
aza. y E e | Ce
s -—¡Oh! Si allí las encontramos...
—No creo que las dejemos escapar. O : 0
—Será preciso que le digamos algo á Miguel que tanto
recordaba á Carmen. E A
—No me parece conveniente, Cesar,—repuso Carlos.
o a e A
—Porque Soledad no me ha hablado nada de Carmen,
—Eso sí que me llama la atención, —dijo Cesar frun-
ciendo el entrecejo. ¿Dónde puede haber ido Carmen? |
- —A mí me sorprendió cuando la oí que no hablaba más
ue de María y de Azucena, y le pregunté por Carmen.
ntonces fué cuando me dijo que no la había visto ni que
sabía tuviese Vargas ninguna hija. ETE EAS
—Tienes razón. No debemos decir nada á Miguel.
Nuestra alegría por saber que las mujeres que amamos
subsisten, aumentaría su tristeza, ¿ A
Los dos amigos estuvieron haciendo toda clase do con-
- Jeturas, sin poder comprender lo que podría haber sido de
Carmen... a, : A E AO mue RL
¡Después hablaron varias veces de aquel Florencio Gron-
- Zález Robles, que tan noblemente se había portado con
- los desgraciados fugitivos de Cartagena; diciendo Cesar:
No sé por qué me figuro que ese joven ha de haber
sufrido alguna desgracia, por haber facilitado la huída de
es ri e O A
- .— Hombre, yo no lo ereo.. A a
-— -—¿Tú sabes la fortuna que representa lo que todas.
- ellas han podido salvar? ¡Si yo mismo estoy. asombrado