4 LA BANDERA ROJA
los Titanes había perecido, bien por efecto del temporal,
bien por las derrotas que les hicieron sufrir los barcos de
guerra, la incertidumbre en que se encontraban cuantos
habían podido escapar á la catástrofe, era terrible.
Aquel día como hemos dicho, Juan, con el anteojo,
estaba mirando aquel barco que, á la distancia que se
hallaba, no podía distinguir. : |
Pero cuando se aproximó un poco más á la costa para.
dejar en el agua el bote que debía practicar aquel reco-
nocimiento, entonces ya no le quedó duda. |
—¡Es la Esperanza¡—exclamó lleno de alegría. —¡Bl
barco de Cesar! Entonces no se ha perdido todo. .
Y todos ellos empezaron á gritar para llamar la aten-
ción de la fragata. A )
Mas no pudieron conseguir su propósito. | |
+ El bote que envió Cesar á tierra, regresó, diciendo To-
rres, que era quien había ido en él, que la hacienda esta:
- ba medio arruinada, que nadie se veía por allí y quese
comprendía por lo que pudieron apreciar, que por aque- .
lla parte se había sostenido un combate encarnizado.
-_——Pues por aquí entraremos nosotros en nuestro terrl-
torio, —dijo Cesar,—y veremos sl vuelven á echarnos de
_él las tropas del virrey. E IFE e
Juan llevó á la hermana de Cesar la noticia de que
había visto el barco. y como debía suponerse, en él iría
también el jefe de los Titanes, y D.* Leonor, al ver que
pasaba todo aquel día y parte del siguiente sin ver á su
hermano, dudó que lo dicho por Juan fuera cierto.
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+
POR FIN SE SABE ALGO
Como que el barco de Bernardo aun cuando vencedor
de los dos holandeses, había sufrido averías de considera-
ción, y, sobre todo, tenía gran número de heri“s á que e
É A
- atender, no le fué posible al sobrino de Cesar 1r á enesn-