26 LA BANDERA ROJA
do,--y acepto todas las responsabilidades; pero debo adver-
tiros, —prosiguió mirando al cielo,—que no podemos per-
der tiempo, el viento puede levantarse de un momento á
OÉrO. ... j
—Tenéis razón, —repuso el capitán. ] |
' Y dirigiéndose á los oficiales y á la tripulación gritó:
- —Compoñeros: Aquí está la persona que accidental.
mente va á ocupar mi puesto. Obedecedle como á mi. |
Eduardo se dirigió á reconocer el aparejo del barco.
Después observó el tiempo y dirigiéndose á uno de los
oficiales le dijo con voz ronca: . e |
—¡Arriba las anclas é izar las velas! | )
Inmediatamente empezó á maniobrar el cabestrante,
no escuchándose durante un breve espacio más que la voz
de los marineros al poner en movimiento la máquina.
Verificada la operación, todas las miradas estaban
fijas en Eduardo que sereno y tranquilo, á pesar dé com-
- prender el peligro que corría, dijo:
-— —No tenemos más remedio que intentar ganar el largo.
- Es necesario aprovechar las pequeñas ráfagas de viento
“con las velas de gavia y las barrederas. Arriba el ancla.
Una vez esta arriba, se izaron las velas y la tela se
hinchó un poco, al impulso del viento de tierra que se iba
extinguiendo. ...- 5. AN 2 Et 0
Al ver que la fragata obedecía, la tripulación lanzó
una exclamación de alegría ....... A
Pero esto duró poco, porque apenas el barco había
hecho media milla, el viento cesó por completo. ]
La:.fragata empezó á derivar y el timonero. dijo que el
O RA OA + RIO AS
-—— Todas las miradas se fijaron en Eduardo que apoyado
en la amura observaba atentamente una pequeña nube
que se distinguía en el horizonte. A ]
- Al cabo de un momento mandó cargar las velas excep-
Suando las de las, tres gavia8 0... o a mb
-— Lanube adelantaba rápidamente, y se percibía á lo
JON UN HORTA MUDE e O
” —¡Mala tempestad se nos viene encimal—dijo el capi-
tán Roberthon.—Tened cuidado porque pronto vá á so-.
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Efectivamente, poco después, el viento se declaró más
- contínuo, envolvió lo fragata hacióndola inclinarse de tal.
