Ó LOS TITANES DEL MAR 27
donde la dhstlidad les había llevado, abc llegar á
Panamá.
Vargas contaba allí con un amigo, un rico comercian-
te allí establecido, á quien conoció en la Habana y que le
debía algunos favores.
Don Manuel Vergara, que así se llamaba el cómer-
ciarte, les acogió cariñosamente y les facilitó cuantos
recursos podían necesitar. ¡
Vergara tenía dos hijas, Clara é Inés, que simpatizaron
con Azucena y María, y merced á esta circunstancia en-
traron en telaciones con la mayoría de las familias de la
población.
Como el suceso de la estancia de des piratas del Pa-
-_cífico en Panamá había sido tan notable y de él solía ha-
blarse con frecuencia, tanto las dos jóvenes como Lorenzo. E
y Vargas tenían conocimiento de ello. ] 8
_—Mira tú por donde, —decía María á Azucena, —si hu- +
biéramos estado aqní entonces, les habríamos visto $ E
- «quién sabe lo que hubiese podido suceder.
—La lástima será,—contestó Azucena, —que ' no. se los s
antoje hacer otra visita. Porque te aseguro que si Carlos
sigue pensando del mismo modo, yo estoy resuelta !
volver más á Lima. A
-—— Encambio, Vargas y Lorenzo cuando supieron lo o0
_rrido, no pudieron menos de decir: sd
_—Será necesario que cuanto antes veamos ja manera
de marcharnos de aquí... 7
—¿Por qué? —dijo Lorenzo. Esa gente, después de lo
ocurrido, no estará en disposición de intentar. Otra aven-.
tura, porque ya comprend erá Ane: aquí. se h b án
- rado, como ya lo están.
—Razón de más para que preparen otra pátiión,
E Lorenzo. Parece mentira. .que no conozcas el carácter de
¿0 | ha hecho lo que él,