e o. LA BANDERA ROJA
la Virgen Biánea; que de parle del SH dela tribu de los
pawnies, que era una de las más próximas á la colonia, la
- rogáaba que fuese lo más pronto que pudiera, que su hija
se estaba, muriendo. :
—¡Cómo! — exclamó. — ¡La encantadoro Flor de la.
Mañana está tan grave! ¡Si há tres días estuve hablando
con ella en el Arroyo Blanco! |
: —Desde ayer, el Gran Espíritu, parece haber sepa rado
gu mano protectora de la cab. “ha del Gran jefe de los
- pawn1es, —repuso el indio. -
- La hermana de César no. tardó mucho. en estar dix
pues para marchar. |
Despachó al indio ¡isiedola que anunciase su llegada
y presto emprendió el camino de la montaña. SS
Unicámente uno de sus criados sabía donde iba. |
Una hora lievaba ya de camino, cuando penetró en un.
' “pequeño desfiladero, tras el cual estaba la. aldea india
donde la esperaba.
De pronto, en dirección. opuesta á la. que ella llevaba,
: “aparecieron cuatro hombres blancos. .
Su presencia no sorprendió á. Leonor, pues estaba muy
acostumbrada á semejantes encuentros, saludando cari-
cu ñosamente á los que encontraba.
Pero aquellos bombres, por todo saludo, Pe uno
pa cogía por los hombros y le ponía unn mano en la. boca
para que no pudiera gritar, otro preparaba una. poros.
y los-otros dos lá atabau los brazos y las piernas. se
Con una rápidez extraordinaria la, tuvi |
SAS dol de ellos la cogieron, salieron del desfi aderon, se inter
—naron porla montoMa y después de dos horas de marcha
ed RIP en las ruinas de un enstillo perteneciente si
duda 403 primeros tiempos de la conquista, que sin duda.
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