A. CONAN-DOYLE l 59
Ahora mismo voy á saberlo. ¡Juro á Dios
Que lo sabré.
-_ Y sin esperar más razones, Tomás salió
disparado de la taberna.
En la calle vió un coche de alquiler.
- —¡Cochero! Eccleston Square, 60. A es-
Cape. Habrá propina. El automedonte su-
16 de un salto al pescante y azotó fiera-
- Mente las costillas de su jamelgo, que partió
á todo el correr que permitían sus mengua-
das fuerzas.
Como puede suponerse, aquella súbita
desaparición llenó de sorpresa á los amigos.
o —Vaya una viveza de genio—observó
Mac Pherson.—Va como un barco de vela
delante de una tempestad.
-—Ahora recuerdo—dijo von Baumser—
haber oído á mi amigo el mayor que había
Visto á este joven acompañando á esa mis-
bress Harston.
as —Entonces es que está celoso —exclamó
úigos. — También yo lo estuve en mis
- Mlempos. Pero no quita para que se diga si-
-Qliera: «Con permiso de ustedes» ó«Buenas
_Doches, caballeros». La educación es la
educación. - |
.._—0h, amigo mío—replicó el tudesco.—
'n hombre celoso merece disculpa. Estoy
Seguro de que no ha querido ofendernos.
A pesar de esta seguridad, Miggs no se
daba por convencido y fué preciso que sus
Compañeros le hiciesen disolver en un río
e aguardiente los implacables resquemo-
tes de su buena educación.
XVI
RUPTURA DE HOSTILIDADES
. Ezra proseguía empeñado en la conquis-
ta de Kate, redoblando para con ella toda
clase de atenciones y procurando antici-
- Darse á sus deseos. Ne
Pero la joven no cedía lo más mínimo.
un admitiendo la perfidia del Tom de
hoy, recordaba el Tom de otro tiempo y
Su corazón le permanecía fiel en absoluto.
-. Algunas veces la bondadosa alma-de la
_*JOven impresionada por el aparente sufri-
Miento de Ezra, le dirigía algunas palabras
Amables que él tomaba por indicios de un
Próximo cambio, |
Un día su padre le llamó á su despacho.
—He recibido un aviso señalándome un
plazo perentorio para el pago de algunos
créditos considerables. Es menester acele-
rar á toda costa el asunto.
—No se puede coger la fruta sin que
madure.
—Madura ó no, es menester cogerla.
Ahora mismo está Kate en el comedor.
Aprovecha esta ocasión que puede ser de-
cisiva. Ve y que Dios te proteja.
—Por mí no ha de quedar. Allá voy.
Al verle aparecer con algo de singular
y de sombrío en la actitud y en la mirada,
Kate no pudo menos de inquietarse.
—Va usted á llegar muy tarde á la ofi-
cina—ledijo intentando aparecer serena.—
Son cerca de las once.
—Hoy he decidido no ir. Vengo aquí
resuelto á conocer mi suerte de un modo
definitivo. Kate, usted sabe que yo la amo.
Si consiente usted en casarse conmigo seré
dichoso. ¿Qué me responde usted?
Kate, que le había oído, con la vista
fija en el suelo, levantó la cabeza y fijó en
él su mirada franca. poo
—Renuncie usted á esa idea —respondió
con voz amable, pero firme.—Yo le agra-
deceré siempre ese cariño; podré pagarlo
siendo para usted una hermana; pero ja-
más otra cosa. :
- —¿Jamás?—replicó Ezra con voz recon-
centrada. —¿Usted sabe que hay muchas
mujeres que se juzgarian dichosas si yo las
dijese lo que le digo á usted?
. Asemejante impertinencia la joven son-
rió levemente.
—Buen remedio; vaya usted á ellas.
Aquella sonrisa hizo estallar la cólera de
Ezra. | Sl
—Ya sé, ya sé; usted no me quiere por-
que está encaprichada por ese necio que le
ha dejado á usted por otra. |
- —¿Con qué derecho se atreve usted á
hablarme de ese modo?—exclamó Kate le-
vantándose indignada. : OS
- —Harto sabe usted que es cierto. ¿Qué
sentimientos de pía estimación tiene usted
para humillarse así á un hombre que la.
desprecia y que se porta como un can alla?
—Si estuviera él aquí no hubiera usted
pronunciado esas palabras... Y además, yo
no creo que él me haya engañado.
Y como iluminada por una inspiración
repentina añadió: