A. CONAN-DOYLE 4 61.
La sirviente que tan mala noticia 'aca-
aba de dar á Tom, llamada Rebeca, era
doncella de Kate. Había estado en la
asa y continuaba en ella por imposición
e Ezra, que gustaba á ratos de su lindo
Palmito y del cual estaba ardientemente
thamorado. Tenía unos furiosos celos de
sate, y de aquí el que se alegrara de todo
0 que podría ser un mal para. ella. Por eso
Se habia complacido en responder negati-
Var á las ansiosas preguntas de To-
ÁS.
Oyendo estaba todavía el paso del joven
Que se alejaba, cuando oyó otro paso más
Yo que se dirigía hacia ella y sin duda
Conocía, puesto que pareció impresionarla
Vivamente. :
El vestíbulo estaba mal alumbrado por
l gas y la joven estaba envuelta en la pe:
Mumbra. Al divisar vagamente su silueta,
UZra, que era el que llegaba, lanzó una ex-
clamación de sorpresa. pude
- —No se asuste usted, señorito Hizra, soy
Yo—dijo ella en voz baja. |
- —¡Que el diablo te lleve! ¿Qué haces
aquí de fantasma?
.
-—¡Oh! no es la primera vez que usted
Me encuentra aquí y nunca se ha enfada- -
“0 conmigo. |
-—Tienes razón, chiquilla. Es que hoy
6stoy muy nervioso... ¿Dónde andan los
Otros? : do
.—Juana ha salido. La cocinera y Wil-
liams están abajo.
- —Entra conmigo aquí en la biblioteca.
Quiero hablarte... Ven, siéntate aquí... ¿Se
Marcharon por fin al campo?
—$í; esta tarde á las tres.
—¿Ella no ha dado alguna escena?
- —¿Por qué había de darla? Si aquí'no
Se cuida nadie más que de ella... Y usted
el primero de todos. Antes, siquiera, me
hacía usted caso alguna vez; pero ahora...
Y se echó á llorar. |
—A ver si acabas — dijo Ezra impacien-
—Necesito que me des informes, no que
Ye pongas á gimotear... ¿Se ha mostrado
ella tranquila y conforme con la marcha?...
—Sí—repuso la. doncella sofocando un
'OZO
«—¿Le has oído decir á mi padre á dón-
€ iban? TO o
—No; le oí solamente decir al cotheró
Ue guiara á la estación de Waterloo. Na-
a más. ad AGO
y
—Pues bien, yo te lo voy á decir. Van
al Hampshire, á un lugar llamado Beds-
worth, que está junto al mar. Y yo quiero
que tú vayas allá también.
—¿Yo? ¿para qué?
—Porque necesito tener allí alguien que
mo inspire confianza.
—¿Pero usted no irá, se quedará aquí?
— o |
—¿Entonces voy á estar siempre sin
verle. |
- —Ya me verás. Iré todos los sábados, y
si las cosas marchan bien, con más fre-
, cuencia. Eso puede depender de ti.
—¿De mí? ¿Qué tengo que hacer?
—Ezra vaciló un instante.
—Tú estás dispuesta á servirme siem-
pre, ¿no.es eso?
—Demasiado lo sabe usted. Cuando
quiere de mí alguna cosa parece acordar-
se; pero después me deja abandonada co-
mo se deja á un perro. | |
—No creas esas cosas, chiquilla. Yo sé
lo que vales y te lo probaré antes de lo
que tú crees. Por eso mismo —añadió pa-
sándole cariñosamente la mano por el ri-
zoso cabello —quiero que seas tú quien va-
ya 4 Bedsworth. |
—¿Y qué debo hacer allí? co
—Servir y dar compañia á mistress -
Harston. EA Ie
—¡Maldita sea! —gritó Rebeca levantán-
dose de un salto, con los ojos relampa-
gueantes de odio.—¡Siempre ella! ¡Todo
por ella!... ¡Oh, no! Hágame usted peda-
-zos si quiere, pero no iré. |
—Rebeca—dijo Ezra lentamente. —¿Tú
aborreces á Kate? Se
—Con toda mi alma. e
—Pues bien, yo la aborrezco más que
tá si es posible. Si antes he pensado en
hacerle el amor, ahora es todo lo contra-
rio; puedes estar tranquila respecto á eso.
- —Entonces, ¿por qué me enviáis á ser-
ada tio id
—Porque quiero que haya á su lado al-
guien que comparta mis propios sentimien-
tos hacia ella. «Si nunca más volviera de
allíp, me tendría sin cuidado — y al pro-
- nunciar con singular expresión esas pala-
bras, sus ojos se fijaron profundamente en
_la doncella. da ua pogaS ÓN
—¿Por qué me mira usted de ese modo? e
¿—No te importe. Ya lo comprenderás y
. podrás prestarme un gran servicio, ¿Irás? PS
É .