o ES 0 KA. CONAN-DOYLE
-- —¡Nunca!—rugió—. ¡Eso nunca!
Los árabes no hicieron caso y empeza-
ron á sujetar á las mujeres sobre los came-
los. MESE ;
—Ten paciencia, Juan Intodecía dulce-
“mente la señora Belmont=; ten paciencia y
verás cómo Dios no nos abandona.
LoS camellos de las tres mujeres los colo-
- Caron detrás de los hombres. Sadie y su tía
-— Jloraban á lágrima viva..En cambio la irlan-
desa conservaba su altiva y heroica presen-
cia de ánimo. |
Belmont logró acercarse disimuladamente
ásu mujer.
-—En el bolsillo tengo una pistola, espo-
sa mía. ¿La quieres ? Acaso la. necesites |
para...
—No, no; guárdala tú, que quizás te sea
* más útil. Yo no temo nada. Desde que reza-
mos juntos me parece que el cn de la
guarda está á nuestro lado. ] )
Mientras tanto el emir hablaba con su te-
niente y con Moolah, dirigiendo los tres oblí-
cuas miradas hacia los prisioneros. De pron-.
to el jefe mandó llamar á Mausoor y pa a
con él algunas palabras.
El intérprete se dirigió al grupo que tor:
-maban los cuatro hombres.
—El jefe, señores, desea saber quién es E ?
más rico de todos ustedes.
da —¿Para qué preguntó el coronel.
—No lo sé- DET
¿Seguramente — observó y Fardet—, e ara
; o usted, amigo ¡Stephitós —fiadió el
coronel—, es el que tiene que decidir.
a te
- Claro; puesto que. es usted el más 1 rico
- de toc s | ita
| slo: sea ó no—replicó el abogado—, ve
quiero seguir la suerte de los demás.
: Impaciente el emir, volvió á decir algunas.
palabras caras e breves.
otros con las señoras. A
llos de carga no sirven ya; y que de los cua=
tro que hay disponibles no queda más que
uno, que será para el más rico de ustedes.
—Pues dígale usted que todos somos igual-
mente ricos. E
Eli: térprete transmitió la contestación y
tradulo álos prisioneros la nueva orden del
emir. |
—Dice que, en vista de eso, que echen us- .
tedes á suertes á ver á quién le toca..
- ¿Y los demás?
Mausoor se encogió de hombros.
—En fin, señores—repuso el coronel—,
puesto que no hay más remedio, y que única-
mente uno de los cuatro se ha de salvar de:
la muerte, yo creo que ese uno debe ser Bel- ;
mont, puesto que es un hombre casado.
—Conformes—asintió Fardet. :
—Lo mismo digo—añadió Stephens.
Pero el irlandés se negó rotundamente.
—pDe ningún modo, señores, de ningún
modo. O todos, -Ó ninguno. ¡No faltaba más!
Discutieron largo rato sin lograr ponerse
de acuerdo. Alguno propuso que debía ser”
el coronel, por tratarse del más anciano.
, Crochrane se enfureció. nd
— Aquí no se trata de si es uno viejo 6 es: *
joven.
—Pues en vista dde que no nos ponemos de:
“acuerdo —resumió PARAR con rehusar
todos hemos terminado.
¡Eso es una tontería! exclamó Far-
-det—. Lo natural ES: que vaya uno de nos-
X
La observación de Fardet ini su u per-
dS plejidad, y hubieran continuado sin lograr
entenderse á no ser PRES el mismo emir
cortó la discusión. ha e
> —Dice el jefe— — exclamó Mausoor=, que sí
y ustedes no se deciden quelo dejen en manos-
de Alah, echándolo á suertes.
4 —Después. de todo, es lo más es tógico—ana
dió el coronel. de :
_Loso otros tres asintieron.