El rey de los zorros.
a
La comida que - acababa la caza OSA
, su término, y los trajes colorados-eran
E ntcrosól codo el fac negro en los
mbres. La mayor parte de los convi-
dos había encendido los cigarros, y la
Conversación se refería 4 cotilla y. jine-
es, Sucesivamente se refirieron hazañas de
Caza, carreras locas durante las cuales el:
zorro había llevado 4 la jauría de un ex-
tremo á otro del condado, para ser cogido
al fin por algún perro cojo y por un ca-
á pie, Ens á todos, los mon
Según elreulaba el vino, las historias de
caza eran cada vez más largas y apócri-
Se exageraba descaradamente, y e
egaba 4 contar que las cacerías se ha-
bían llevado á veces tan lejos, que los
monteros habían perdido el camino y se:
lrigían, para encontrarlo, á gente que ha-
laba ux dialecto que ellos no comprendían.
zorro perseguido también se iba hacien-
o fantástico. Contábase de algunos que
habían logrado trepar á copas de sauces,
otros que se escondían en los pesebres
3 los caballos, de los cuales se los saca-
a tirándoles del rabo, y de varios que
espués de haber atravesado puertas abier-
s entraban en las casas y se ocultaban
entro de sombrereras.
Uno de los comensales, gran lia
e lobos, había contado ya algunas histo-
rlas famosas, y al ponerse Á toser antes de +
ontar otra, todos prestamos atención, por-
ue á su modo era un «verdadero artista e le
ustaban los efectos en «crescendo». Su
ostro tenía una expresión particular que.
os po naa de sus PDD Empe-
—Era sir. “Carlos. qe en. Aquel tiempo:
pietario. de la jauría que luego pertene-
1ó al viejo Lauthorn, y, por último, á un
servidor de ustedes. Lo que voy á referir
ocurrió poco después de tenerla Lauthorn en
su posesión, pero puede que sucediera en
tiempo de Adair. Fué en 1870 Ó 72.
El hombre de quien voy á hablarles se
ha marchado de este país, pero quizá al-
gunos de ustedes lo Fecuerden. Se llamaba |
- Walter Danbury, 6 más bien Watt Dan-
bury, según era costumbre decir. Era hijo
de José Danbury, de High Ascombe. Cuan-
do falleció su padre, en el naufragio del
«Magna Chaster», se encontró dueño de una
bonita fortuna, y heredó todas las propie-
dades. No eran muy- extensas, pero sí de
una tierra magnífica, y en aquella época E. A
estaba la labor en su apogeo.
La crisis agrícola de los trigos todavía
no había producido sus efectos, y el pro-
_pietario de una heredad Acacia de
toda hipoteca resultaba un personaje de re-
lativa importancia. La importación de los
trigos extranjeros 'y la maleza artificial,
son las dos plagas grandes de nuestro país,
_porque la primera es contraria al trabajo
del labrador, y la segunda le 2 é rd
der todos sus placeres.
El joven Watt Danbury era un ad
mozo, un jinete intrépido y un cazador ma-
ravilloso, Pero aquella gran fortuna que tan
_ joven acababa de heredar, se le subió un
poco á la cabeza, y. durante un año eS
dos se dió. la! gran vida. No tenía vicios.
- propios, pero. andaba entre gente que be-
_bía mucho, y Danbury se sintió atraído por 8
“ellos. Le gustaba convidar á los amigos,
y no tardó en adquirir. la. funesta costum-
bre de beber más de lo conveniente. Por re- '
gla general, un hombre que hace ejercicio,
puede pasar impunemente la noche bebien- |
_do sin que le perjudique _mucho, siempre
que se abstenga de beber durante el día.
O tenía demasiados e. pi