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48 A. Conan-Doyle.—LA BANDERA VERDE
“adaptarse á tales principios, y realmente
se empezaba á
Suceso inesperado le detuvo de pronto en
la pendiente fatal. Desde entonces no vol-
,
vió á echar mano á una botella de aguar-
diente.
Tenía su carácter una particularidad que
he notado varias veces en hombres de su
temperamento. Aunque no temía perjudi-
car su salud, sin hacer caso maldito de
eila, en el fondo era aprensivo y se alarma-
ba por cualquier incidente. Hombre ro-.
busto y avezado 21 aire libre, pocas veces
estaba indispuesto, pero la bebida empe-
-zaba á producirle efectos desastrosos. Una
mañana se despertó con las manos temn-
blonas, y con los nervios estremecidos como
las cuerdas demasiado tirantes de un vio-
lín. La víspera había comido en una casa
donde se bebía de firme, y los vinos de:
bieron de ser más abundantes que “selec-
“tos. De todos modos, aquellos excesos le
habían puesto la lengua como una servi-
- Jleta afelpada, y le sonaba la. cabeza como
si tuviera dentro el' péndulo “de un reloj
de los que tienen cuerda para ocho días.
Algo se alarmó: y mandó llamar. al doc-
- tor Middleton, de Ascombe, padre. «del: ac-
; tual médico, que ustedes conocen...
Middleton había sido muy amigo del pa-
dre de Danbury, y lamentaba la mala vida
del hijo; se apresuró a aprovechar la oca-
sión para mostrarse muy alarmado por el
estado de su salud y hacerle entrever los
peligros de su conducta. Mientras meneaba
la cabeza, procuró inspirarle el temor al
: «delirium tremens» ó á'la locura, si per.
—sistía en no cambiar de vida.
Watt Danbury tuyo mucho miedo, y pre-
guntó, gimiendo: , E pa
ba derE LT6S usted que. debo temer esa even
tualidad?. Po A PES
E: —Realmente, no pndao ase
e? gravemente el doctor—. No he de afirmar
que esté. usted fuera de peligro, pues ha
sufrido gran trastorno su constitución. En
$ cualquier momento está usted expuesto á
sentir los síntomas más graves, de los cua-
les. estoy obligado á hablarle. á usted.
—¿Cree usted ds: esta noche. nada ten-
dé 0 temer?
creeer que el pobre mu- '
chacho estaba en mal camino, cuando un
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—Si se pasa usted el día sin beber nada
y no experimeñta ningún síntoma nervio-
so hasta la noche, creo que puedo afirmar
_ Que nada tiene usted que temer—respon-
dió el doctor, el cual pensaba que cierto.
temor sería muy saludable para el enfer-
mo, é hizo cuanto pudo. para obtener tal.
resultado. | S
—¿Cuáles son los síntomas que - podría ;
notar?—preguntó Danbury.
—Suelen empezar por ilusiones Ópticas.
—Ya veo manchas que flotan delante
de mis ojos. :
-—Eso procede de la DS idie suave-
mente el doctor, que no quería excitar de-
masiado los nervios, tirantes ya, del en-
_fermo—. Estoy convencido de queno ex-
perimentará usted ninguna de esas alu:
cinaciones de la vista que representan in-
sectos, reptiles ú otros animales raros.
EY. Si +se ne presenta alguna visión
de esa clase?
—Entonces: debe usted avisarme inme-
-diatamente.
Después de haber prometido enviar los
: medicamentos ' necesarios, el doctor se des-
LA del enfermo. a
- El joven Danbury- se levantó, se vistió
$ se paseó tristemente por su cuarto, muy
molesto. y descontento. Veíase encerrad
en un manicomio dentro de plazo breve
“aunque contaba con la promesa del médj
de que si durante el: día no notaba los sín :
tomas indicados, todo marcharía bien. Pero
el temor de que se presentaran no “era
náda agradable, y. se pasó el tiempo mi
rando un calzador, para ver si de pronto
le salían á aquel instrumento patas largas
Ó antenas formidables. Cansóse por fin, y
_ experimentó la necesidad de descansar la
vista yendo á- contemplar. los verdes cés-
_ pedes,. y tranquilizar sus nervios respirando
“ aire puro. ¿Por qué se había:de quedar en-
cerrado en casa, estando el centro de caza
de Ascombe á media milla de distancia?
- No tendría más alucinaciones, cabalgando
al aire libre.
A los. diez minutos se. había puesto su
traje de caza y salía ¡des la cuadra con
su yegua «Matilde», que montó en “segui-
da. No se sentía al principio muy firme
en la. silla, «pero; cuando más andaba, mejor,