LA TORRE DE NESLE
había amenazado! ¡Aquella mujer la ha-
bía atormentado! ¡Aquella mujer era una
hechicera! Pero, era un sér viviente.....
Mirtila dirigióse vacilando hacia la puer-
ta, dispuesta aentrar, dispuesta asuplicar.
—¡Matadme si queréis, pero dejad-
me cerca de vos; protegedme contra el
En el momento en que llegaba a la
puerta se detuvo, experimentando una
sensación de terror nueva, pero no seme-
jante a las que acababa de experimentar.
En aquel momento, en efecto, Mabel
pronunciaba algunas palabras que llega-
- ron a los oídos de Mirtila.
es Mabel decía:
¡Oh, Teina mía, vas a tener el elixir de
amor, vas a dárselo tú mismal.....
Mirtila vaciló.
Sin embargo, tal es la fuerza del amor
en un corazón sincero, que en aquel ins-
tante la joven dejó de tener miedo. Las
tinieblas, el silencio, la luz mortecina
del hornillo mágico, las escenas de la
danza macabra, todo desapareció de su
imaginación, y ya no tuvo más que este
pensamiento:
-—¡Quieren matar a Buridán!.....
¡Entonces se inclinó, sostenida por el
deseo de no hacer el menor ruido, de no
delatarse, porque era preciso salvar a
Buridán!
Se inclinó y vió..... vió a Mabel que al-
zaba un pomito lleno de un líquido límpi-
do como agua de manantial. ¡Un líquido!
El veneno fatal que debía matara Bu-
ridán.
Una expresión de orgullo y de triunfo
habíase extendido por ei rostro ajado de
aquella mujer, prestándole sombría be-
lleza, * :
Tenía el pomito en la mano derecha, a
la altura de sus ojos, y le hacía dar vuel-
tas lentamente, como si admirase su per-
fecta limpidez.
—¡El elixir de amor! —murmuró; y en
seguida, con una especie de religiosa,
precaución, lo colocó sobre la mesa de
los manuscritos, muy cerca de la cruz; e A
los pies del Cristo. ne
—¡Tres horas! —dijo, casi en alta voz=.
Es preciso que permanezcas tres horas
bajo la acción directa de aquel que todo lo
puede. Los libros lo dicen. Y los libros no
mienten; los sabios de la Caldea, de la
India y de Egipto que han escrito acerca
de estos misterios y nos han transmitido
el enigma, no pueden habernos engaña-
do. Este elixir obrará..... ¡Y, en todo caso,
si no producé el efecto esperado, siempre
producirá un efecto mortal!
Al decir estas palabras dirigióse a los.
estantes, cogió una redoma, minúscula, y ,
vertió algunas gotas de su contenido en el
frasquito que contenía el elixir de amor.
Enturbióse el líquido por unos instan-
tes; cubrióse de una nube blanquecina,
que Mabel examinabá atentamente. Lue-
go el agua recobró su diafanidad de cris-
tal.
—¡Vamos a ver a la hija de Margari-
ta! —dijo entonces Mabel,con una sonrisa.
Encaminóse a la alcoba de Mirtila, y
vió que la puerta estaba entreabierta.
-—¿Cómo he podido olvidarme de ce-
rrar esta puerta? — murmuró, estreme-
ciéndose—. ¡Ah! ¡Si esa niña ha sorpren-
dido mi secreto, morirá en el acto!
De un salto hallóse dentro de la alco-
ba, y a la luz que salía del laboratorio,
vió a Mirtila en su butaca, tal como la
había dejado.....
—¡Afortunadamente para ella!-—pensó
Mabel, tranquilizándose y acercándose a
Mirtila—. ¡Duerme! —añadió, inclinán-
dase—. O más bien, está aún sin sen-
tido..... Es linda esta niña..... alme ella
¡Tanto
peor! ¡Oh! ¡Tanto peor! pt tuvo pie-
dad de mí? ¡Es preciso que llores, Marga-
rita!..... Duerme..... Seguramente tardará
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