S IV
Las sombras de la noche envolvían'al
Huerto de las Rosas. En las cercanías tódo
era soledad y silencio. En la obserridad,
la maga confusa del Teniiple aparecía más
temible, ysusilueta ei algún mons-
truo en acecho.
Apóyada en el alféizar de una venta-
na, Mirtila, con el corazón palpitante,
miraba el caminó por el cúal debía llegar
su padre; pero a veces, a pesar suyo, sus
ojos se fijaban en la sombría fortaleza y
se estremecía, A
—Gillonne—murmuró—, será preciso
que mi padre busque otra casa, la vista
de ese castillo me hiela de espanto....
—¡Cosas de muchacha! —dijo Gil I0gnS,
esbozando una sonrisa—. Sin embargo,
no deberíais temer nada. ¿No.acabáis de
saber que vuestro querido Buridán, no
sólo esta libre de todo peligro, sino que
además ha salvado a la reina....., lo que
le valdrá alguna magnífica rec plas
del rey?
—¡Es verdad! —murmuró Mirtila pen-
sativa—. ¡Ha salvado a la reina!..... Gi-
llonne..... ¿es verdad que la reina €8.....
tan hermosa como dicen?
—Tan hermosa que todos los caballe-
ros de la corte y hasta muchos hidalgos
de la ciudad están perdidamente enamo-
y
Es EL PADRE DE. MIRTILA
rados de ella. Pero la:'reina es todavía
más prudente que hermosa. Y además,
¿quién se atrevería a declararse .enamo-
rado de la esposa del rey?
-—¡Esa fortaleza me da miedo!-—dijo
Mirtila, cerrando'la ventana.
—En efecto....., estáis muy pálidacic..,
tenéis llenos de sá eating vuestros lin ima
OjOS..... Vamos, ¿qué tenéis, niña? ¿No'es-
toy yo aquí para protegeros? Y, además,
maese Claudio Leseot va a llegar.....
Sí —murmuró febrilmente la joven—.
Y le pediré que mañana mismo me saque
de aquí... . Jamás me ha producido se-
mejante LAR el castillo del Tem-
ple.....
—Pero
becita -, dime, Gillonne, ¿no crees que
mi padre aceptará a Buridán para esposo
micras :
—¡Sin duda! —contestó la vieja—. ¿Po-
dtía encontrarse una caballero más cum-
plido y más amable, más valiente y
más?..... Pero vais a saber a qué ateneros,
porque aquí está maese Lescot.,
-—¡Al fin! —exclamó Mirtila.
Y corrió a ar
padre, que, ep efecto, acababa de abrir la
puerta y se adelantaba rápidamente. Es-
trechó a la joven contra su pecho, depo-
añad
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ió moviendo su linda ca-
rojarse en los brazos de su.
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