ir
23 : OBRAS DE JULIO VERNE
all
dl
MAT
hi
Sun no podia resistir la oferta áe algunas copas de lic- es americanos,
habia arrojado por órden suya al Huang-Pu una do-
cena de globullllos , que debian ser cosa mala.
A la verdad, en esto no habia nada que pudiera
alarm:r al agente principal de la Centenar ia. No:
jamás habia parecido mas contento con la vida el
rico Kin-Fo, cuya situacion no era conocida de na-
die mas que de Wang. De todos modos, Craig y Fry
con'inuaron informándose de todo lo que hacia su
eliente y siguiéndole en sus paseos, porque era
muy posible que no quisiera atentar á su vida en su
propia casa. Así contivuaron por algun tiempo; ellos
siguiendo á Kim-Fo, y Sun hablando con tanto mas
abandono, cuanto que tenia mucho que ganar con
la conversacion de personas tan amab'es.
Seria exagerar demasiado decir que el héroe de
«sta historia se interesaba mas en vivir desde que
aabia resuelto quitarse la vida; E durante los pri-
meros dias á lo menos no se vió defraudada su espe-
ranza de tener frecuentes emociones. Se habia pues-
to una espada de Damocles suspendida precisamente
encima de su cabez y aquella espada debia un dia
6 otro romperle el cráneo. ¿Seria aquel dia? ¿Seria el
siguiente? ¿Seria por la mañana? ¿Seria por la tarde?
Sobre todos estos puntos habia dudas, ] de aquí las
emociones de su corazon, nuevas para él, %
Desde su última conversacion Wang y Kin-Fo se
veian poco. El filósofo ó salia de casa con mas fre-
cuencia que antes, 6 permanecia encerrado en su
cuarto. Kin-Fo no iba á buscarle; no era este su pa-
pel; ignoraba en que pasaba Wang el tiempo. Qui-
zá estaba ocupado en prepararle una emboscada. |n
antiguo Tai Ping deberia tener muchas maneras «le
despachar hombres. De aquí la curiosidad de Kin Fo
y por consecuencia un nuevo elemento de emo-
ciones.
Sin embargo, el maestro y el discípulo se encon-
traban casi diariamente á la misma mesa. Inútil es
decir que no se hacia ninguna alusion á su situa-
cion futura de asesino y asesinado. Hablaban de co-
sas indiferentes, pero poco. W.ng, mas sário que de
costumbre, apartaba de Kin-Fo sus ojos, Anperfec=
tamente ocultos detras del vidrio de sus gafas, y nO
conseguia disimular su estado de meditacion cons-
tante. Su buen humor, que le hacia antes tan comu
A A A Le
% $ $ Era