Full text: Las tribulaciones de un chino en China (4,7)

  
TAN TRIRULACIONES DE UN OHINO EN 
  
  
Craig y Fry seguian obstinadamente á Kin-Fo, prontos á socorrerie en caso de necesidad. 
nicativo, habia desaparecido o habia puesto triste 
ue 
y taciturno. Su apetito, tan no en otro tiempo 
como el de todo filósofo que tiene buen estómago, 
habia desaparecido tambien; no escitaban su interés 
e manjares delicados, ni le seducia el vino de Chao- 
in. 
En todo caso Kin-Fo procuraba tranquilizarle. 
Comia el primero de todos los platos y se creia obli- 
¿qua á no dejar retirar ninguno sin haberlo probado 
lo menos. Consecuencia de esto era que Kin-Fo 
2amia mas que de ordinario, que <Z valadar gastado 
esperimentaba ag unas sensacions, Quo tenia buen 
apelito y digeria Tácilmente. De veguro el voneno no 
debia ser el arma elegida por el anvixuo asesino Tai- 
Ping; pero su víctima no debia desculax"se en nada. 
Por lo demas, Kin-Fo daba á Wang toda clas< de fa-- 
cilidades para consumar su obra; la puerta de su ka= 
bitacion estaba siempre abierta, y el filósofo poaxa 
entrar dia y noche á herirle despierto 6 durmiendo. ; 
Solo pedia uva cosa, y era que su mano fuese rápida 
y le hiriese en el corazon. 
Pero nada sucedió, y despues de las primeras no- 
  
ches Kin Fo se habia habituado 4 esperar el golpe 
fatal, de tal suerte que dormia con el sueño del justo 
y todas las mañanas se despertaba sano y salvo. 
Aquello no podia continuar así. Ocurrióle que quizi 
repugnaba á Wang herirle en aquella casa donde tar 
hospitalariamente habia sido recibido y resolvió qui- 
tarle ese escrúpulo. Para ello se dió á pasear por el 
campo buscando los sitios mas solitarios, hallándose 
hasta la cuarta víspera en los barrios de peor fama de 
Shiang-Hai, verdaderos antros de malhechores, don- 
de se cometen todas las noches asesinatos con per- 
fecta seguridad. Vagaba por aquellas calles estrechas 
y oscuras, tropezando con los borrachos de todas las 
naciones, solo, en las últimas horas de la noche, cuin- 
do los vendedores de pastillas de opio gritaban mantu, 
mantú, haciendo resonar su campanilla para avisar á 
los fumadores. No volvia á su casa sino al amanecer, 
volvia salvo y vivo, sin haber visto siquiera á los 
os inseparabies Craig y Fry, que le seguian 0bsti- 
nadamente, prontos á socorrerle en caso de necesi- 
dad. MX las cosas continuaban de esa manera, Kin-Fo 
acabaría por acostumbrarse é su vueva evisterncia y 
 
	        
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