TAN TRIRULACIONES DE UN OHINO EN
Craig y Fry seguian obstinadamente á Kin-Fo, prontos á socorrerie en caso de necesidad.
nicativo, habia desaparecido o habia puesto triste
ue
y taciturno. Su apetito, tan no en otro tiempo
como el de todo filósofo que tiene buen estómago,
habia desaparecido tambien; no escitaban su interés
e manjares delicados, ni le seducia el vino de Chao-
in.
En todo caso Kin-Fo procuraba tranquilizarle.
Comia el primero de todos los platos y se creia obli-
¿qua á no dejar retirar ninguno sin haberlo probado
lo menos. Consecuencia de esto era que Kin-Fo
2amia mas que de ordinario, que <Z valadar gastado
esperimentaba ag unas sensacions, Quo tenia buen
apelito y digeria Tácilmente. De veguro el voneno no
debia ser el arma elegida por el anvixuo asesino Tai-
Ping; pero su víctima no debia desculax"se en nada.
Por lo demas, Kin-Fo daba á Wang toda clas< de fa--
cilidades para consumar su obra; la puerta de su ka=
bitacion estaba siempre abierta, y el filósofo poaxa
entrar dia y noche á herirle despierto 6 durmiendo. ;
Solo pedia uva cosa, y era que su mano fuese rápida
y le hiriese en el corazon.
Pero nada sucedió, y despues de las primeras no-
ches Kin Fo se habia habituado 4 esperar el golpe
fatal, de tal suerte que dormia con el sueño del justo
y todas las mañanas se despertaba sano y salvo.
Aquello no podia continuar así. Ocurrióle que quizi
repugnaba á Wang herirle en aquella casa donde tar
hospitalariamente habia sido recibido y resolvió qui-
tarle ese escrúpulo. Para ello se dió á pasear por el
campo buscando los sitios mas solitarios, hallándose
hasta la cuarta víspera en los barrios de peor fama de
Shiang-Hai, verdaderos antros de malhechores, don-
de se cometen todas las noches asesinatos con per-
fecta seguridad. Vagaba por aquellas calles estrechas
y oscuras, tropezando con los borrachos de todas las
naciones, solo, en las últimas horas de la noche, cuin-
do los vendedores de pastillas de opio gritaban mantu,
mantú, haciendo resonar su campanilla para avisar á
los fumadores. No volvia á su casa sino al amanecer,
volvia salvo y vivo, sin haber visto siquiera á los
os inseparabies Craig y Fry, que le seguian 0bsti-
nadamente, prontos á socorrerle en caso de necesi-
dad. MX las cosas continuaban de esa manera, Kin-Fo
acabaría por acostumbrarse é su vueva evisterncia y