16 CÁRCELES Y PRESIDIOS
Bancal se detuvo y Bastide aprovechó su indecisión para
coger un hacha de leñador que había en la cocina.
La lucha iba á:ser tanto más sangrienta cuanto que los
asesinos se habían dividido en dos bandos: Jausión, Misson-
nier, y Bautista se habian colocado al lado de Bastide, no
para matar á la hija de Bancal, sino para defenderle á él.
Bancal, su mujer, Colard y Anita, formaban el otro
bando y se disponían á la lucha.
Bastide no supo contenerse por más tiempo y, lanzando
con fuerza: á la niña contra el pavimento, exclamó:
—¡Pues ya que no queréis paz, venga la guerra!
Y blandiendo el hacha asestó un golpe contra Bancal
quien lo evitó saltando hacia atrás como una ardilla.
Aquella lucha, en presencia del cadáver de Fualdés que
estaba aún caliente, era horrible y:repugnante.
Se había ya generalizado, é iba á verterse aun más
“sangre, cuando la puerta del gabinete 'situado en frente de
la cocina se abrió, y una mujer alta, bien formada, pálida y
vestida de negro, apareció en el dintel, gritando;
—¡Deteneos]... ¡sois unos miserables!
—¡Traición! —dijo Bastide.
—¡Estamos perdidos! —exclamó Colard.
—¡Muera!—dijo Bastide.
—¡Muera! —gritó Colard.
Y el uno con un banco de la cocina, y el otro con su
hacha, se dirigieron hacia la mujer, que inmóvil, pálida y
siempre hermosa, parecía una Venus que acabara de bro-
tar del fondo de una tumba.
ASE