14 AMOR Y PATRIA
—¡Carmen!—exclamó Carlos, retrócediendo un paso y
profundamente contrariado.
—Sí, yo soy, Carlos de mi almaiexaloníó la joven co-
rriendo hacia el capitán y estrechándole entre sus brazos!
—yo soy, que no podía resignarme á ver que te alejabas de
aquí, dejándome abandonada. ¡Oh! si tú supieras cuántas
lágrimas me has hecho derramar! ¡Ingrato! Cuando todo
lo he sacrificado por ti, cuando no es posible que en el
mundo exista una mujer que te ame más que yo, has aban-
donado mis brazos y...
-—Carmen, Carmen—repuso el joven tratando de sus
traerse á las caricias de aquella mujer tan seductora.—Ya.
te dije, hace tiempo, que todo había concluido entre nos-
Otros.
—Calla, calla por piedad, no lo repitas. ¿No me ves que
estoy muriendo de amor?... He tenido que recurrir á este
engaño para traerte á mi lado, para despedirme de ti, y
todavía no has tenido una sola palabra de cariño para la.
pobre mujer que tanto te ama!
El capitán sólo pensaba en alejarse de allí cuanto antes.
Pero ¿cómo era posible resistir los encantos de aquella
pérfida sirena, que se había propuesto hacerle faltar á sus
deberes para que el castigo fuese más terrible? da
Cuando Carlos pudo advertir el tiempo transcurrido,
una exclamación de cólera y desesperación brotó de sus
labios.
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