6 LAS VIRTUDES DEL ALMA ¡
Vestido con traje de calle, con su elegante abrigo de pieles
puesto ya, Luis Vázquez, conde de Andrade, hallábase en su
elegantísimo despacho, en pie y frente á frente de un hombre
de unos cincuenta 'años, bajito, jorobado, de raído y polvo-
riento traje de pana, zapatones de doble y claveteada suela,
y sin más abrigo que un pañuelo de lana rollado al cuello.
Su cabeza era gruesa, de laro'os y pegajosos cabellos, ojos
negros y pequeños, de mirar malicioso, frente abultada y
estrecha, nariz remangada y labios gruesos que, al sonreir,
dejaban ver una dentadura negra, asquerosa.
Debía de hacer tiempo que no se afeitaba, á juzgar por su
barba á medio crecer.
Tal tipo, resultaba repugnante junto al atildado y elegan-
tísimo conde. | | :
El jorobeta, dando vueltas entre sus manos 4 una mu-
grienta gorra, decía, mientras Vázquez le contemplaba hosco
y pálido: : |
—¿Conque no nos entendemos, mi queridísimo sobrino?
—Yo no soy sobrino de usted ni consiento que abuse más
de mi,—contestó el conde.
—¿En qué quedamos? Con usted no hay manera de ir
acordes... Si le tomo por mi sobrino Luis Vázquez, sin serlo,
protesta usted; si > tomo por Gustavo Gómez, el pa
esposo de Soledad Martín, siéndolo como lo es..
—;¡O0h! ¡Silencio!... Baje usted la VOZ...
—Si le tomo por Gustavo Gómez, esposo de Soledad Mar-
tín, usurpador de la personalidad de mi pobre sobrino Luis
J
lo