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LIBRO PRIMERO
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- CAPÍTULO PRIMERO +
El corazón de la obrera $
—Ya sabes que te adoro, Marcela—decia Carlos en
voz baja á la joven, cuyos negros ojos, se fijaban en los
de él con deleite.—Ya sabes que en mi alma, sólo rei-
nas tú.
—¿Es verdad eso, Carlos mio?—preguntó ella, como si
no acabase de creer en tanta felicidad.—¿Es verdad que
quieres á la pobrecilla Marcela?... Tú no sabes lo que es
querer como yo te quiero... Y ¿cómo no, si en mi vida
no gocé de otro cariño que del tuyo?... Sin padres, pues
me abandonaron en la Inclusa, criada en un hospicio,
sacada luego por el egoismo de unos amos, y entregada
siempre al rudo trabajo, mi alma no gozó nunca de esas