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19 RAZA DB_ MÁRTIRES
¡Podo inútil!... Carlos no iba al despacho... ya no vi-
via donde antes. | :
at q —¡No me amal!... ¡No me quiere yal ¡Ah, Dios míio!...
Li ¡Ya no tengo á nadie!... ¡A nadie!...
_ Esto exclamaba, dos semanas después, al volver 4. su
casa cierta noche, cansada de inútiles pesquisas. e
La calle de la Diputación, era entonces un. desierto,
ME dis una Carretera Casi, pues en aquel punto extremo, sólo ó h
' había algunas humildes casas. dl
Marcela llegó á uno de los. cruces, de aquellas amplias |
vias del ensanche, y distinguió á la luz de un farol la men-
diga de todas las noches... una pobrecita ciega, . de belle-
Patio za singular, mujer de unos cincuenta años, cuyos ojos
siempre cerrados la, daban un aspecto estático, imponente.
—Buenas noches, señora Paulina, —le dijo Marcela con ica ile
ES dulzura, entregándole una ¡moneda,—Aquí tiene mi li- AE
mosna de costumbre; pero mañana tal vez me; sea ¡im- El:
posible socorrerla... ¡No tengo trabajo! Una recomendación
que tenía no me ha servido de nada.
a —¡Pobrecital—suspiró la ciega con dulzura.—$1 te hace e
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( 2 —¡Dios te lo pague, ángel! ¡Eres muy buena! |
—Y usted muy desgraciada... Por eso la quiero. ¡Cómo Ne
y yo también lo soy!... E
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+ —¿Me quieres? —preguntóle Paulina conmovida. els
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