Full text: Los náufragos de la vida

  
12 LOS NÁUFRAGOS DE LA VIDA 
  
Estaba entornada y salía luz. 
—;¡Fa! ¡Acabemos!—se dijo. 
Y, oprimiendo el arma en su diestra, fué abriendo cautelo- 
samente. 
Dentro de aquella reducida habitación y junto á una cuna, 
en la que dormía tranquila y sonriente una niñita preciosa, 
de cabellitos rubios como el oro, hallábase sentada una joven 
de unos veinticinco años, rubia también como el ingal por 
quien velaba, y pobremente vestida de negro. 
Su rostro, de líneas suaves y de hermosura ideal, Mii 
bañado por el llanto. 
Una tristeza infinita, reflejábase en él. ; 
Un gesto de amargura, e dee sus labios, que parecían 
balbucir una oración. 
—¡Ampárame, Dios mío! ¡Préstame fuerzas para sobrelle- dle 
var este eterno calvario! ¡Salva, al menos, á mi hija! ¡Ah! 
Y un sollozo cortó la voz en su garganta. 
En aquel instante, acabó de abrirse la puerta y Cristóbal. 
se abalanzó al interior. 
Pero ¿qué fué lo que pasó entonces? | 
Imposible describirlo con todos sus verdaderos colores. 
La joven, al sentir ruido de pasos, habíase puesto en pie, 
dando un grito estridente. 
—¡Cristóbal! —exclamó, al reconocer al asesino. 
Y Cristóbal, el desalmado, el miserable, la miró, retroce- 
dió temblando y pálido como la muerte, el arma se escapó 
de su diestra, y, lleno de asombro, balbuceó: 
( 
  
 
	        
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