- Ó EL PAN DEL OBRERO 43
Y tendió hacia él sus manos, más finas de lo que el
trabajo permite. ] |
El joven, cuyo tipo gallardo y rostro moreno de expre-
sión maliciosa, le hacian simpático al primer golpe de
vista, apoderóse de las manos de Margarita y la condujo
tras los coches, entre estos y la tapia de los corrales M8-
cinos, á tiempo que ella rompía á llorar.
-—¿Qué es eso, Margarita? ¿por qué lloras?—la pregun-
tó, á tiempo que con excusa de sostenerla le rodeaba la
cintura con un brazo. —Ya me decía yo que algo pasaria
cuando tú tardabas tanto.. | |
—¡Oh! ¡sil... sucede que tu padre deja sin pan al mio..
pues el encargado le despidió esta tarde sin razón alga
na, y por orden del amo..
Ya ves... somos bel Luis... no tenemos más pan
que el que ganamos en la fábrica de tu padre...
Y todo... todo tal vez porque el señor Alsina ha sabido
algo de esto... de nuestras conversaciones..
—Di de nuestro amor, Margarita, pa el joven a
quien la nueva de la pobre muchacha no parecía haber
asombrado gran cosa, ni mucho menos entristecido,—
pero no es esa la causa de que le despidan. E
—¿Cuál entonces? |
—Lo ignoro... Bien sabes que no intervengo en las co-
sas de los talleres... Pero ¡bah! No te apures... Lo esen-
cial es que tú me quieras... que tú...
Fué á llevar á sus labios una mano de Margarita, la