LIBRO PRIMERO
CAPITULO PRIMERO
Un drama á orillas del mar
A tarde era lluviosa, fría, desapacible
en extremo; tarde invernal con som-
bras y silencio que aumentan la tris-
CN teza y la melancolía de los seres des-
graciados.
(5 Arrebujada en riquísima capa de
pieles y hundida en amplio sillón, la hermosa Dorinda
miraba con ansiedad á través de los cristales del balcón
de su lujoso gabinete, el amplio Paseo de Gracia, cuyas
cuatro filas de árboles mostraban sus ramas desnudas,
cenicientas, como esqueletos de una naturaleza sin vidas
Cada señora que cruzaba por el paseo, cobijada bajo
al