LA MÁSCARA ROJA
como era consiguiente, amenazándole con revelárselo á su marido, y
como Ferrer tenía fama de valiente y Aznarez era cobarde, juró á Con-
cha que tarde ó temprano sería suya, y abandonó la aldea.
En esto, ocurrió la entrada de los franceses en España, y Aznarez
que solo buscaba el medio de hacer dinero,¡se afrancesó y era uno de los
espías más infames con que contaban los sitiadores de Zaragoza
Pertenecia á la división de Mortier y como no había olvidado á Con=
cha y sabía que su hijo pertenecía á la guerrilla de Navarro, obtuvo la
orden para proceder á la prisión del marido de Concha como ya vimos.
Buen cuidado tuvo de no presentarse en aquellos momentos.
El miserable no había olvidado que la aragonesa, 2ra guapa todavia
y que le había rechazado, y todo lo fué preparando para llegar al fin que
se había propuesto.
Sin presentarse en casa de Ferrer, él fué quien hizo la denuncia al
general Mortier y recibió la orden de proceder á su detención como uno
de los más temibles enemigos de Napoleón.
Aznarez dió la orden á un sargento, el cual se presentó en la tasa y
procedió á la prisión del desgraciado aragonés.
Indudablemente lo habría pasado muy mal, pero la Máscara Roja
según hemos visto por su carta, se puso por medio y pudo salvarle.
Preocupado con la idea de no poder saber quién era aquella mujer
misteriosa, se acostó Ricardo y se quedó dormido, velando á la cabecera
de su cama, Lorenzo, que esperaba el siguiente día para dar cumpli-
miento á lo que su amigo le dijera.
Gran rato hacía que Ricardo descansaba tranquilamente en su habi-
tación, cuando Concha se vió sorprendida por un sargento y diez solda-
dos de infantería de línea, los cuales penetraron en el interior de la casa
de una manera brusca.
Apenas, si tuvo tiempo de volverse Concha, para ver quien era el
atrevido que así entraba en su casa, cuando se vió sujeta fuertemente
por. los brazos.
—No forcejeis, —gritaba el sargento. —Estad queda y os saldrá mejor
cuenta.
La pobre mujer fijó los ojos en el francés, y murmuró llena de odio:
— ¡Traidores!
Después .de la primera sorpresa, pensó en el peligro que corrían sus