Full text: Bribones afrancesados (12)

LA MÁSCARA ROJA 
como era consiguiente, amenazándole con revelárselo á su marido, y 
como Ferrer tenía fama de valiente y Aznarez era cobarde, juró á Con- 
cha que tarde ó temprano sería suya, y abandonó la aldea. 
En esto, ocurrió la entrada de los franceses en España, y Aznarez 
que solo buscaba el medio de hacer dinero,¡se afrancesó y era uno de los 
espías más infames con que contaban los sitiadores de Zaragoza 
Pertenecia á la división de Mortier y como no había olvidado á Con= 
cha y sabía que su hijo pertenecía á la guerrilla de Navarro, obtuvo la 
orden para proceder á la prisión del marido de Concha como ya vimos. 
Buen cuidado tuvo de no presentarse en aquellos momentos. 
El miserable no había olvidado que la aragonesa, 2ra guapa todavia 
y que le había rechazado, y todo lo fué preparando para llegar al fin que 
se había propuesto. 
Sin presentarse en casa de Ferrer, él fué quien hizo la denuncia al 
general Mortier y recibió la orden de proceder á su detención como uno 
de los más temibles enemigos de Napoleón. 
Aznarez dió la orden á un sargento, el cual se presentó en la tasa y 
procedió á la prisión del desgraciado aragonés. 
Indudablemente lo habría pasado muy mal, pero la Máscara Roja 
según hemos visto por su carta, se puso por medio y pudo salvarle. 
Preocupado con la idea de no poder saber quién era aquella mujer 
misteriosa, se acostó Ricardo y se quedó dormido, velando á la cabecera 
de su cama, Lorenzo, que esperaba el siguiente día para dar cumpli- 
miento á lo que su amigo le dijera. 
Gran rato hacía que Ricardo descansaba tranquilamente en su habi- 
tación, cuando Concha se vió sorprendida por un sargento y diez solda- 
dos de infantería de línea, los cuales penetraron en el interior de la casa 
de una manera brusca. 
Apenas, si tuvo tiempo de volverse Concha, para ver quien era el 
atrevido que así entraba en su casa, cuando se vió sujeta fuertemente 
por. los brazos. 
—No forcejeis, —gritaba el sargento. —Estad queda y os saldrá mejor 
cuenta. 
La pobre mujer fijó los ojos en el francés, y murmuró llena de odio: 
— ¡Traidores! 
Después .de la primera sorpresa, pensó en el peligro que corrían sus
	        
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