LA MÁSCARA ROJA 5
tante loque por mí ha hecho, me atendió en aquellos momentos como
mejor pudo y me condujo como Dios la dió á entender hasta su casa dis-
tante una hora de allí. Después, ayudada por otros dos vecinos suyos,
fueron á recoger el cadaver de su hijo y lo enterraron y mientras tanto
el médico del pueblo me curó la herida. En casa de Concha he pasado
Un día, pero estaba impaciente por saber que habia sido de vosotros y á
pesar de la opinión contraria del médico, nos hemos puesto en camino y
Fs hemos encontrado.
U
UNA RECONVENCIÓN DE LA, MÁSCARA Y UNA BUENA NOTICIA
Pueden comprender perfectamente dado el cariño que todos los gue-
, Prilleros profesaban á su jefe, las frases de gratitud que tanto Lorenzo
Como sus dos compañeros tendrían para la mujer que había hecho tan-
lo por Ricardo, estando tan herida como estaba por la muerte de su hijo
y la probable de su marido.
Después dieron principio las preguntas de Ricardo respecto á su
Partida.
Según dijo Lorenzo, en la batalla pasada habían perdido quince
hombres, pero según las últimas noticias, se había reforzado con cua-
Penta guerrilleros más, pues siempre había un gran número que desea-
-»añ servir en la partida de Navarro.
Se Este, dió orden á Torres, que como sabemos era uno de los dos que
PStaban con Lorenzo, para que fuese á participar á los guerrilleros que
y había parecido y que permanecieran allí, donde él les iría á
Uscar,
Concha exigió que volviese Ricardo á su casa para completar su
Curación y acompañado de Lorenzo y de su compañero, se dirigieron á
la aldea donde aquella vivía.
Lo que verdaderamente necesitaba Ricardo era descanso y buena
IM alimentación para recobrar las perdidas fuerzas, por efecto de la mucha
Sangre que perdiera, pues la herida era de escasa importancia.
Asi fué que, una vez en la casa de Concha se acostó, quedándose el
Suerrillero que le había acompañado, y marchando Lorenzo á organizar
la, partida.