16 LA MÁSCARA ROJA.
Que él no había querido decir nada hasta no haber ascendido en su
carrera, y que entonces, capitán de ejército, condecorado en el mismo
campo de batalla por Napoleón, estaba resuelto á entrar en España para
cumplir la palabra empeñada por su padre.
La carta dirigida á Consuelo decía casi lo mismo, pero llena de ga-
lanterías y cumplidos que halagaban el amor propio de la joven.
Sin embargo, esto no la deslumbró.
Después de haber leído la carta del francés, exclamó:
—¿Y mi Mariano?...
Y se apresuró á centestar á éste, diciéndole que ella le amaba también
del mismo modo que él la expresaba, y que así como no habia tenido
otro compañero de infancia que él, tampoco tendría otro esposo.
Profundamente emocionado don Angel al leer la carta de Gramont,
comprendió el dompromiso en que estaba, y como era necesario contes”
tar á su pariente, llamó á su nieta y la dijo lo que habia sucedido y que
fuese ella la que resolviera en aquel asunto, al que no dió importancia
alguna en el tiempo transcurrido.
Consuelo, que no sabía fingir, dijo á su abuelo que ella no había pen-
sado en casarse con 'su pariente, á quien no conocía siquiera; con ma-
yor motivo cuando ya tenía hecha su elección.
El anciano Pujol, que no tenía otro cariño que su nieta y que por
nada del mundo hubiera querido hacerla desgraciada, contestó á su paz
riente culpándose por no haber vuelto á pensar en el compromiso con”
traído con su padre, y que, por consecuencia de esto, al consultar con
su nieta respecto á lo que él la decía, la joven resueltamente le manifes-
tó que, ignorante como estaba de aquel eompromiso contraído sin SU
voluntad, había entregado ya su corazón á otro hombre y, por lo tanto,
no podía concederle su mano,
Precisamente el capitán Gramont, si bien era un valiente que por
efecto de actos verdaderamente atrevidos, había conseguido llamar la
atención de Napoleón que le hizo adelantar rápidamente en su carrera,
era en la vida privada uno de los hombres peores.
Había derrochado su escaso patrimonio en pocos años; el juego y la$
mujeres le tenían arruinado y únicamente aquel matrimonio hubiera po”
dido ponerle un poco á flote.
Algunos de los usureros á quienes les debía, habían tomado informeS
respecto á la familia española de Pujol y Castells, y le habian dicho que
si realizaba la boda, le darian el dinero que necesitase para solvental
algunas deudas que le tenían hondamente preocupado, y con este objeto,
á pesar de la negativa de Consuelo, volvió de nuevo á escribir á don
Angel, exigiéndole el cumplimiento de la promesa hecha á su padre.
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