LA MÁSCARA ROJA 9
traición completa á los suyos, si no solo, algunas indicaciones para po-
der orientarnos. Precisamente por eso es por lo que yo he de ser vuestro
huésped, durante el tiempo que Suchet esté aquí.
—¿Y todo ello es obra de esa Máscara?
—Si, señor. No sabéis lo que es esa mujer. Es preciso haberla visto
como yo la he visto en Zaragoza pelear contra los franceses sin temor á
las balas ni causarle desvanecimientos la abundancia de la sangre de-
rramada; es necesario admirar la previsión, la adivinación mejor dicho
de cosas que después hemos visto realizadas y que se pudieron evitar
merced á sus,disposiciones; es sorprendente los conocimientos altos y
bajos que tiene en todas partes y su continuo movimiento. Sobre todo, su
talento es portentoso, su penetración extraordinaria, y todo esto llama
mucho más la atención tratándose de una dama de posición elevada, jo-
ven hermosa, según lo poco que se puede juzgar, y rica según demuestra.
ES NECESARIO VENCER
Así había dicho Napoleón, al comenzar el año 1811 y habia introdu
cido en la península nuevas tropas, acometiendo nuevas empresas por
más que los reveses fueran también bastante numerosos.
Sobre 40 :,000 soldados había hecho el emperador entrar en España y
cuantos más llegaban parecia que tenían la virtud de hacer brotar nue
vos guerrilleros para combatirles.
En todas las provincias las partidas sueltas eran numerosas, y sus
jefes por lo general conocedores del terreno, sabían aprovecharse de él,
y no dejaban en paz ni sosiego á sus enemigos.
Es verdad que ocupaban muchas plazas, pero fuera del radio de ellas
dominaban las guerrillas, aquellas partidas sueltas que aparecían en
momentos de:erminados para cortarles un convoy, para destruir un des-
tacamento, para apoderarse de algún correo, y desaparecían inmediata-
mente para reaparecer al siguiente día á diez leguas de distancia.
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