LA MÁSCARA ROJA
A la descarga de los guerrilleros, que aparecieron inmediatamente,
también cayeron busn número de soldados.
Razón había tenido Navarro al decir que la herida ó la muerte del
general produciría una confusión extraordinaria, merced á la cual podría
escapar por el opuesto lado al en que habían aparecido.
A la agresión, en medio de la sorpresa y de la confusión de los pri-
meros momentos, contestaron los soldados que llegaron zorriendo por el
desfiladero con varias descargas, que no dejaron de causar algunas bajas
á los guerrilleros, pero la mayoría con su jefe desaparecieron entre lo
accidentado del terreno, favoreciéndoles también la noche que se apro—
UN TRABAJADOR MÁS
La mayor inquietud reinaba en Tarragona y su campo.
Ya se sabía de un modo positivo, que los franceses se aproximaban y
el ejército era tan numeroso que como no acudiera un auxilio de gran
consideración, no podría librarse la plaza de caer en poder del ene-
migo.
El marqués del Vallés, sabedor por ¿Ricardo que el general Suchet
eligiría su casa como residencia mientras durase el sitio, estaba previ-
niéndose, hizo retirar la mayor parte de sus trabajadores del campo, re-
cogió sus ganados y esperó los sucesos que no habían de tardar mucho.
En Tarragona se hacía también todos los preparativos para recibir
dignamente al enemigo.
Un día circuló la noticia de que en el desfiladero del Romeral, había
sufrido un percance la vanguardia del ejército francés de cuyo percan-
ce, había quedado gravemente herido el general que mandaba aquella
fuerza.
Y lo que más llamaba la atención era que quién se había atrevido á
atacar un enemigo tan poderoso, había sido la partida de Ricardo Nava-
rro, que estaba formada por quinientos hombres.