o LA MÁSCARA ROJA
Obraría pues con toda la astucia de que es capaz una mujer en estos
casos. '
El joven la acompañó hasta la habitación donde se liallaba el jergón
y ella se dejó caer desfallecida en la única silla.
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AMAT BN
—/(Ved, aquí tenéis mi salyocondueto!
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Esperaba que Ricardo iba á ser por fin expresivo con ella, pero
¡cande su sorpresa al oir que aquél le decía:
—Ahora señora, descansad y confiad en mi, no os abandonaré.
—¿Me dejais sola?—pudo tartamudear.
—Pronto volveré para conduciros á vuestra cabaña de Lerma.
—¡Oh, Dios mío, que horror!