1128 LOS ÁNGELES DEL ARROYO
Aquel momento es el que decide de la futura existen-
cia de dos casados.
A Nicolás y Alejandra ocurríales lo que a esos: en-
fermos incurables, que se proponen gozar de la vida lo-
camente el tiempo que hayan de vivi:, y en la seguridad
de que su unión era temporal, procuraban ahitarse de go»
ces para no perder tiempo, como los que lo tienen limita-
do para tomar baños de mar,
Y al'á iban sonrientes como chicos felices, a buscar
las palomas para darlas su alimento, como ótros tantos
había que acudían -a la Piazzeta con el mismo obieto.
Bajaban la ancha escalera del Hotel París, charlando y
riendo y saltando los escalones, él. .de dos en dos, ella
con la ligereza de una cierva fugitiva.
Pero él y ella hubierón de detenerse para no caer
como un alud sobre unas señoras que se detuvieron al
pie de la escalera, temerosas de caer rodando atropelladas
por aquellos dos peñascos que rodaban escalera abajo.
Quedáronse mirando unos y: otros un>solo segundoy
se reconocieron, y de tres bocas brotó, una. exclamación:
—i¡Marietal ¡Clara!
—;¡Colás! ¡Colasillol
—«Q é es esto? ¿Vosotras por Venecia?
— Y 111?
—Yo verigo, es decir... venimos la condesa y yo de lá
China nada menos.