LOS ÁNGELES DEL ARROYO
—¿Te gusta viajar?
— Mucho.
— A mí también.
—¿Por qué me lo pregun:as?
—Porquo... tengo un proyecto.
—Veamos.
—(Quiero hacer un largo viaje, que lo mismo puede
dura: tres meses que un año.
— ¡Cómo! ¿Te vas de San Petersburgo?
—¿No te irás tú?
—Sí,
—Pues bien... Yo me iré contigo.
— ¡Alejandra! ¡Es posiblel —exclamó Colás tan sorpreri -
dido como lleno de alegría.
—Sí, hijo; nos iremos por ahí a dar una vuelta 2 el
Mundo, y tú me acompañarás como mi administrador, mi
davágliero servante».
— ¿Y dónde iremos?
—Al fin del mundo. Ya sabrás mi programa.
—¿Cuándo nos vamos?
—Cuando acabes tu contrata. No quiero que digan que
te he robado a la compañía.
Eso produciría escándalo, y el escándalo es el que
Perdona la sociedad.
De modo que saldremos como fugados, sin que na-
dle lo advierta, y eso tendrá su héchizo.
¡Una fuga de amantes! ¡Como una colegiala a quier
roba su amante de la pensión! — :
—¿No temes la crítica?
—Te amo, y no quiero que tú dejes de amarme.