Full text: Tomo segundo (002)

LOS ÁNGELES DÉL ARROYO 1467 
como un potrillo suelto dando saltos y brincos hacia la 
escalera del hotel. 
—¡Arturito! ¡Mi vidal —exclamó una señorita que subía 
por la escalera atravesando el piso y recibiendo en sts 
Y brazos al niño, que se precipitó en ellos como un loco 
| desde los dos escalones más arriba que el en que pisaba 
su madre. 
—¡Mamá, mamaítal ¡Ya está aquí mi mamá! ¡ya está 
aquí mi mamá] 3 
| Y el chicuelo, montado a horcajadas sobre el vientre . 
de su madre, faconeaba nerviosamente sus costados, 
abrazado a su cuello fuertemente con una especie de es- 
pasmo nervioso. j 
—4Hijo, por Dios, que me ahogas—gritó riendo la ma- 
dre, cuyo sombrero de viaje había hecho saltar Arturito 
de su cabeza y rodaba por la escalera hasta los pies de un 
caballero que venía detrás y que lo recogió diciendo con 
| voz alegre: 
— ¡Eso esl... ¡Y para su padre no hay siquiera un beso 
ni un abrazo! 
Entonces se descolgó materialmente del cuello de su 3 
madre y bajó los escalones que le separaban del caballero 7 
que decía ser su padre, y repitió con éste la misma esce- 
na que con su madre. 
¡Si los hijos no proporcionasen más que momentos de 
felicidad como éstos, sería una delicia tenerlos! Sd 
¡ En lo alto de la escalera veíase a la anciana duquesa” i 
"E sonriente y esperando a ¡os viajeros. 
E No lhemos de decir que eran éstos, Arturo Fonseca, 
vizconde de Benadalia, y María de los Golfos, que había 
recobrado su nombre y apellido de pila, desde el: momen-
	        
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