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1500 LOS ANGELES DEL ARROYO
—¿Hablas por ti, Marieta?
—No; porque a mí, ya lo sabes de antiguo, no me im-
presionó nunca tan fácilmenie un hombe r siendo soltera,
cuando menos siendo casada.
—Sigue.
—Pues verás.
La tal Corina debía hablar con los ojos, porque en ter-
tulia nadie se apercibió de aquellos comienzos de conquis-
ta que no sé de dónde partió, si de él o de ella. El caso
es, hija mía, que mi señor marido venció al catalán en
apariencia, porque Corina jugaba con dos barajas... mejor
dicho, con tres, porque al mismo tiempo engañaba a mon-
sieur Corsier, su marido.
—¡Ah, era el célebre novelista Corsierl-—exclamó Cla-
ra—. Le he conocido en París cuando residí allí, más de
un año, con mi marido.
—¿Y no has conocido a su mujer? ¡Ah, nol Es verdad
que hace sólo tres años que monsieur Corsier se casó con
Corina. '
—Edmundo Corsier... En efecto, era un hombre de
muchísimo talento y un duelista de los más reputados en
París.
—Pues ahora te interesará más esta historieta, ya que
conoces a uno de sus personajes.
ei
Mi doncella Carlota lo era entonces de doña Monse-
"rrat y estaba perfectamente enterada de todo lo que ocu-
rría entre la francesa y su amo el señor Plat y su propia