348 LOS ÁNGELES DEL ARROYO
o.
Cómo en las almas de aquellos que se habían conock [|
do de niños vibraba siempre la nota del cariño infantil, M0
se comprende, sino atribuyéndolo a uno de esos fenóme-
nos, que no tienen muchos ejemplos en el mundo, en el
que la amistad es uno de los sentimientos más eficaces,
regularmente.
No; aquellos cuatro corazones no eran corazones ex
traños unos para otros.
Eran corazones de hermanos, que, aunque no siempre
palpitan al unísono, generalmente conservan toda la vida
el recuerdo de la infancia, transcurrida juntos, de las pri
meras impresiones de la juventud y ae los accidentes %
la vida de cada uno.
Enrique, Colás, Clara y Marieta, era una familia por |
largos períodos de tiempo separada, siguiendo cada cual
el camino que le trazara el Destino, reuniéndose luego |
impensadamente, disgregándose otra vez, y siempre one"
deciendo a ese movimiento incesante a que está sometido.
cada individuo y que es el que produce las mil fases que
ofrece la exisiensía humana.
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y
No hay que decir la alegría con que Enrique recibió |
el telegrama de Clara,
Ciara... la hermosa, que para todos se firmaba «Dr
quesa de la Sonora», con lo que se desquitaba de ciertos
desdenes sufridos de los que conocían su origen y MO $
habían perdonado el haber tomado plaza por asalto eN
la grandeza aristócrática español.