LOS ANGELES DEL ARROYO 45
tú, sino verdaderos bribones, que han encontrado en cár-
celes y presidios el castigo de sus fechorías.
Yo no les culpo, porque no'creo en eso de los buenos
y los malos instintos.
—Todo es cuestión de educación, y sabe Dios lo que
hubiera sido de todos nosotros si, cuando hombres, hu-
biéramos seguido en el medio ambiente en que vivíamos
cuando éramos niños.
AÑ
pS
6
$
—Vosotros habéis tenido suerte —repuso Nemesio—;
mientras que otros...
IN —Es indudable que la suerte nos ha ayudado; pero
también hemos puesto de nuestra parte lo que hemos po-
dido para ayudar a la suerte.
Menos Enrique Camposagrado, «el Punta», que se
encontró con la fortuna hecha al hallar a su madre, de
quien le había separado un pariente infame, los denás
hemos tenido que trabajar y ser buenos para llegar a ser.
lo que es cada uno.
Clara, una duquesa rica; Marieta, una artista eminente,
y yo, un pobre cómico; pero aceptable y aplaudido.
Tú... eres lo que siempre: un golfo vestido de limpio,
que mientras haya amigas consecuentes como Clara, es-
tarás bien...
—¿Y tengo yo la culpa de que nadie me haya protegi-
do?—contestó con intemperante acento Nemesio, d
- —¡Que no! ¿Pues cómo ¡lamas a lo que Clara ha he-
cho por ti, señor mío?
—5í, bueno, ella sí, me ha dado la mano para que