Full text: Tomo segundo (002)

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488 LOS ÁNGELES DEL ARROYO 
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duerma al fresco, aunque muchos de ellos ponen hasta 
burietes en los balcones de 'su casa. 
Pero... en fin, yo me he acostumbrado en Filipinas a 
dormir con todo abierto, y encerrado sólo entre las gasa5 
del mosquitero. 
Estate seguro que estaré más fresco que ninguno en 
el cortijo, incluso los criados, de seguro, porque dorml- 
mos en los cuartos de arriba que están caldeados por el 
sol y que son hornos a media noche. 
—El criado de usted estará mejor, porque tiene la camá 
en el tendedero de la ropa... 
>-:Oh, ése! Ese duerme sobre brasas que sean, porqué 
en Filipinas no se sabe cuándo salta un poco de brisa qué 
refresque la atmósfera. 
—Dejo a usted para que se lave y se vista si quicrtr 
- con ropa fresca para cenar. 
—Sí, sí... Y en seguida bajo. 
— Cuando usted guste, 
La cena careció de alegría, porque todo el mundo 
quedó disgustado con aquel accidente desgraciado... e 
fortuna, como paradójicamente se dice. 
A la mesa sólo estuvieron los dos primos y Elena. 
Ya Fernando había preguntado en el Apeadero ee 
César, recibiendo por excusa de su ausencia la indisp? 
ción fingida del muchacho, 
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