22 LAS BUENAS MADRES
—Ha cumplido su promesa.
28 torciendo á la izquierda, dirigióse hacia una casu-
cha próxima á las orillas del Manzanares. |
Junto á los paredones de aquel caserón deshabitado
y medio derruído, veíase brillar una luz opaca:
Era uno de los faroles de un carruaje, que segura—
mente hubiese llamado la atención á ser menos cruel la
noche y pasar por allí transeunte alguno.
El frío era intenso.
El Guadarrama seguía cnviando : á Madrid sus hálitos
mortíferos. |
-Silvio Garcés dirigióse sin vacilar hacia el vehículo,
cuyo encendido farol estaba envuelto en una gasa negra,
bien como señal convenida ó ya para amortiguar los des-
telios de la luz.
Un hombre envuelto en grueso capote, con la capu-
cha echada sobre la cabeza, enguantadas las manos y
rolladas las piernas en una manta, ocupaba el pescante.
_ La densa obscuridad que reinaba en aquellos lugares
no permitía verle el rostro. |
Sia embargo, muy avezado debía de estar aquel hom-
bre á ver entre las sombras, pues distinguió al punto á
Silvio, é inclinándose hacia uno de los costados del coche,
dirigió algunas palabras por la ventanilla 4 quien ocu—=
paba el vehículo... : |
La portezuela se abrió á tiempo que el doctor Garcés
llegaba al estribo. )